La igualdad de derechos es un principio que está incluido en uno de los artículos de la Declaración Universal de Derechos Humanos. Se aspira a garantizar que todos los seres humanos, independientemente de la edad, la nacionalidad, las preferencias y cualquier otro factor, accedan a un trato equitativo por parte de la ley.
Lamentablemente, en una gran cantidad de naciones se vulnera el derecho a la igualdad o, directamente, se lo anula en función de sistemas políticos o modelos sociales autoritarios en los cuales se le da espacio a la discriminación, a la explotación laboral de minorías y a una brecha salarial que favorece significativamente a los hombres comparando igual tarea pero cumplida por uno u otro género.
El valor de la igualdad de derechos
El valor de la igualdad de derechos puede llegar a percibirse en todo Estado de Derecho que adopta un ordenamiento jurídico que apunta al cumplimiento de normas y no accede (al menos en teoría) a privilegios de acuerdo a quién sea el sujeto que está siendo juzgado.
Existen, a escala internacional, múltiples organizaciones y movimientos que desarrollan un activismo muy comprometido con la defensa, la protección y el cumplimiento de la igualdad de derechos, abarcando para este fin todos los rubros.
En toda comunidad es esencial y necesario visibilizar a todos los sectores y trabajar sin diferencias partidarias, religiosas, culturales ni económicas en pos de una sociedad equitativa y justa. Ningún ser es menos trascendente. De ahí que la Justicia tendría que accionar con el mismo ímpetu cada vez que se violan los derechos de los animales, los derechos de las minorías y los derechos de los hombres, por poner el foco en realidades que, asombrosamente, no están al mismo nivel.
Lucha por la igualdad
La lucha por la igualdad se despliega globalmente en un inmenso abanico de ítems. Cada persona, por cuestiones de identificación, empatía, interés o deseo personal, es libre de abrazar la causa que considere.
Así, entonces, a diario se registran maniobras para ir transformando el ámbito académico con el propósito de convencer a las autoridades de la importancia de instaurar la equidad educativa, la diversidad en el aula y la educación inclusiva. No ser indiferentes respecto a los derechos de los estudiantes es otra causa con mucha adhesión social.
En materia laboral es común levantar las banderas de la igualdad en el empleo, la igualdad salarial y las políticas de igualdad en empresas, por describir otra situación.
Basta con mirar mínimamente alrededor y formar un juicio objetivo en base a novedades que van replicando los medios de comunicación para saber que todavía, en decenas y decenas de países, hay serias desigualdades sociales que se traducen en desigualdades económicas y desigualdades de derechos básicos incumplidos (desigualdades en la salud, desigualdades en la vivienda, desigualdades en el acceso a recursos).
Igualdad de derechos para minorías y grupos vulnerables
La idea de propiciar igualdad de derechos para minorías y grupos vulnerables implica instruirse, comprometerse y trabajar con la intención de darle voz, herramientas de lucha y empoderamiento a sectores que, por lo general, quedan opacados o minimizados por conjuntos populosos, políticas o resoluciones injustas o bien no logran torcer la balanza a su favor.
Los derechos de los niños, los derechos de los migrantes, los derechos de los ancianos, los derechos de las personas con discapacidad, los derechos de los refugiados y los derechos de los indígenas existen junto a miles de otros derechos, pero en estos casos se requieren buenos y sólidos asesoramientos si los conflictos que los involucran se tornan tan complejos que el único camino para que reine la justicia es dejar el veredicto bajo responsabilidad de un tribunal objetivo, justo y decente.
Mujeres, una gran cuenta pendiente
Las mujeres constituyen una gran cuenta pendiente a escala universal. Por religión, raza, género, prejuicios, cultura, rol social y un sinfín de variables se ven impedidas de tener tanta libertad, acceso a oportunidades y derechos como sí poseen los hombres.
En este punto es inevitable aludir a los conceptos de machismo y feminismo, de los que tanto se habla por la filosofía que respectivamente es su seña de identificación.
Por otra parte, no resultan suficientes, según queda claro al observar estadísticas en aumento incesantemente de tasas de feminicidios, las campañas de concientización. Si bien no siempre se arriba a un resultado fatal, son problemáticas sumamente graves los casos de violencia doméstica y violencia de género. Se necesitan, evidentemente, educación, legislación severa e involucrarse socialmente para dejar atrás este flagelo que no deja de arruinar familias, esparcir horror y diseminar miedo.
También es esencial que toda mujer pueda informarse y vivir su sexualidad sin temor a prejuicios o a ataques, a adoptar el método de anticoncepción que más se adapte a sus necesidades y preferencias íntimas sin presiones de su pareja y a conseguir acompañamiento en función de la planificación familiar que sueña o bien a no optar por la experiencia de la maternidad. Por último, es urgente dejar de dudar o criminalizar a integrantes del género femenino que, cuando pueden, se animan a contar (y a probar ante la Justicia) que alguna vez se practicaron un aborto, que fueron sometidas a un acoso sexual o que soportaron acoso laboral.