Lector es, a grandes rasgos, un adjetivo que describe al sujeto que cultiva el hábito de la lectura. Se emplea el concepto en femenino, es decir, lectora, para identificar a cada mujer que, con cierta frecuencia y por elección propia, dedica tiempo a leer.
Resulta clave comprender y recordar a todo momento los beneficios asociados a la costumbre de leer: de ahí la necesidad de inculcar el hábito lector desde edad temprana. Más allá de las preferencias personales en cuanto a soportes y géneros, a través del contenido de un libro se estimulan la imaginación y la curiosidad, se favorecen el lenguaje y la capacidad de expresión, se incorporan saberes, se incrementa el poder de concentración, se consigue entretenimiento y se logra ejercitar la memoria.
Es importante tener presente, por otra parte, que la idea de lector no es exclusiva del ámbito de la literatura. También en el rubro tecnológico hay aplicaciones y dispositivos que llevan esta denominación. Así sucede, por ejemplo, con los lectores de libros electrónicos, los lectores de código de barras, el lector de pantalla y el lector de tarjetas de memoria.
Tipos de lectores
En la práctica es posible distinguir entre múltiples tipos de lectores, que se diferencian entre sí por sus edades, sus focos de lectura y las actitudes o conductas que despliegan, por indicar algunas variables.
Quienes se dedican a la literatura infantil, por detallar un caso concreto, elaboran propuestas destinadas a los niños. Estos pequeños lectores suelen deleitarse con publicaciones impresas que, a lo largo de las páginas, les ofrecen ilustraciones llamativas, colores vistosos, letras claras y una trama repleta de aventuras y personajes pintorescos.
Los lectores jóvenes, pese a que muchos crean que los adolescentes rechazan la lectura por placer, también existen y son la razón de ser del segmento catalogado como literatura juvenil. Por supuesto, hay, además, millones de lectores adultos que aprovechan su tiempo libre para distraerse con obras de ficción o instruirse en relación a un asunto específico o a la vida de alguien trascendente mediante la lectura de un material de no ficción.
Por fortuna, en bibliotecas, librerías y eventos culturales (tales como una feria del libro o un festival literario) suele haber sectores bien señalizados y diferenciados para brindarles un servicio preciso a lectores infantiles, juveniles y mayores.
No hay que pasar por alto tampoco las figuras del lector eclesiástico (a cargo de la lectura de las escrituras sagradas durante los oficios religiosos), del lector cinematográfico (cuya función es ir relatando el filme en simultáneo al desarrollo de las escenas) ni del lector académico (noción que alude a un rango que está por encima al estatus de catedrático). Los lectores beta, en tanto, se caracterizan por dedicarse a apreciar y retroalimentar un manuscrito y contribuir a la mejora de ese texto valiéndose de una opinión o crítica constructiva en la etapa previa a su publicación.
Medios de lectura
Así como hay numerosos tipos de lectores y una inmensa variedad de preferencias y gustos en materia literaria, los aficionados a la lectura tienen a disposición diferentes medios, soportes, formatos y sistemas para acceder a un texto en un idioma en particular.
Aquellos que presentan dificultades o impedimentos a nivel visual, por ejemplo, apelan al sistema táctil popularmente conocido como braille. Quienes priorizan la lectura en papel, en tanto, encuentran alternativas impresas en distintos formatos, medidas y estilos.
Es interesante destacar que gracias al avance de la tecnología, los ejemplares ocupando lugar en estantes y la práctica de pasar con el dedo página por página utilizando un señalador o marcapáginas para identificar el punto en el cual se ha interrumpido una lectura fueron quedando en segundo plano aunque, para satisfacción de mucha gente, no han desaparecido. Las personas que sienten más comodidad con los dispositivos tecnológicos y las pantallas no dudan en acercarse a contenidos literarios mediante un e-book o de un audiolibro, por detallar dos posibilidades.
Estrategias para fomentar el hábito lector
Para impulsar el hábito lector se requiere, en primer lugar, una decisión política que destine algún porcentaje del presupuesto a acciones que estimulen la creación literaria, propicien el acercamiento de la población a los libros y fomenten el interés colectivo por la lectura.
En las escuelas deben implementarse medidas para que, desde que están en nivel inicial, los estudiantes se familiaricen con ejemplares impresos, tengan a su alcance una biblioteca en donde puedan elegir la obra que más les atraiga y dispongan de espacios de debate y opinión sobre cuentos, relatos, poesías o novelas que oyeron en clase o leyeron en sus hogares.
Facilitar la conformación de clubes de lectura, sacarle provecho a las redes sociales para divulgar trabajos de escritores/as y, desde el seno familiar, transmitirles a los integrantes más jóvenes respeto e interés por los libros son otras tácticas a favor de promover el hábito lector.
Son muy útiles, incluso, los programas y las campañas de fomento de la lectura junto a las actividades especiales de librerías, entidades educativas o bibliotecas que apuntan a visibilizar autores y generar acercamientos entre ellos y la comunidad. Las sueltas de libros, los bibliomóviles y la instalación de puntos de lectura en sitios estratégicos de circulación masiva también sirven mucho en el intento de incrementar el número de personas con ganas de dedicar unos minutos diarios al disfrute de una obra, ya sea de ficción o no ficción.