Una maldición es una expresión a través de la cual se le desea un daño a una persona o un grupo de individuos. El término procede del vocablo latino maledictio, que puede traducirse como «injuria».
Aquel que maldice está anhelando que a otro le suceda algo malo. Por lo general se trata de un dicho que se realiza en un momento de enojo o de disgusto, sin que el sujeto que expresa la maldición haga nada para que el mal efectivamente se cumpla.
Sin embargo, hay quienes creen en el poder mágico de las palabras y piensan que proferir la maldición es suficiente para que el destinatario padezca un infortunio. En este marco puede considerarse que las maldiciones forman parte de las supersticiones.
En ocasiones se indica que la maldición recae en un objeto o un lugar. Una casa maldita, por citar un caso, es una construcción que, de acuerdo a esta creencia, causa sufrimiento a sus moradores. La maldición puede ejecutarse a través de espíritus, demonios u otras criaturas sobrenaturales.
Este tipo de maldiciones son frecuentes en el terreno de la ficción. El cuento «La pata de mono» de W. W. Jacobs, por ejemplo, gira en torno a un talismán (la pata de mono del título) que está maldito: concede tres deseos, pero a su vez genera grandes padecimientos.
En este caso, la maldición se entiende como una especie de «precio a pagar» por el acceso al poder del talismán. Es una forma de alcanzar el equilibrio ante la presencia de un artefacto que puede amenazar con destruirlo para toda la humanidad. En la famosa serie de dibujos animados de Los Simpson, esta historia ha sido el centro de uno de sus episodios de «Noche de brujas».
Así como la pata de mono de Jacobs, existen muchas historias en las cuales las maldiciones se relacionan directamente con ciertos objetos. Uno de los poemas más populares de Nikos Kavvadías habla de una pieza de hierro que lleva a quienes la encuentran a sufrir diferentes desgracias, al punto de obligarlos a asesinar a un ser querido con ella.
Según las creencias del vudú afroamericano, para dañar a alguien es posible ubicar objetos malditos en su camino que se activen cuando pase sobre ellos. Por otro lado tenemos las casas y los hoteles malditos o embrujados, que generan un grado de fascinación imposible de contener en los amantes de lo sobrenatural.
Maldición, por último, puede usarse como interjección para pronunciar desazón, enfado o reproche: «¡Maldición! El banco ya está cerrado, tendremos que regresar mañana», «No puedo creer que hayas hecho algo tan idiota. ¡Maldición! Ahora tendremos que ver cómo solucionamos este problema», «¡Maldición! Me corté con el cuchillo».
Es importante señalar que esta interjección no es común en todas las regiones de habla hispana, así como tampoco la usan personas de todas las edades y sectores de la sociedad. En estas situaciones, los más pequeños suelen apelar a sonidos y quejidos; los adolescentes y jóvenes, a frases consideradas «vulgares»; los ancianos, a expresiones tales como ésta, que suelen ser tildadas de cursis por los anteriores.
En este contexto, el término maldición también se define como «una palabra o frase que podemos usar para mostrar nuestro enfado» ante una situación que nos causa disgusto o frustración. Se trata de un concepto que también se denomina «insulto», aunque no sean exactamente lo mismo: cuando se nos descompone el ordenador, o el coche se queda sin combustible en medio de la carretera, por ejemplo, solemos decir cosas groseras, que no repetiríamos frente a nuestros jefes, profesores o incluso en presencia de nuestros padres.