Las pleuras son las membranas que recubren los pulmones y las paredes de la cavidad torácica en los mamíferos. La pleura pulmonar es el sector que se encuentra adherido a cada pulmón, mientras que la pleura costal es la parte que reviste las paredes de la cavidad torácica.
Puede decirse que la pleura cubre el exterior de los pulmones y el interior de la caja torácica. En este sentido, la pleura visceral es la que se ubica junto a los pulmones, siendo la pleura parietal aquella que se encuentra en contacto con el tórax.
El espacio comprendido entre la pleura visceral y la pleura parietal recibe el nombre de cavidad pleural. Dicha región presenta una cantidad reducida de un líquido que contribuye a que las membranas se deslicen con suavidad durante la inhalación y la exhalación.
La función de la pleura, de hecho, es posibilitar el correcto movimiento del pulmón en la respiración. Diversos trastornos pueden afectar a la pleura y, por consiguiente, dificultar la acción de respirar.
A la acumulación excesiva de líquido en la pleura se la denomina derrame pleural. Cuando se acumula sangre se habla de hemotórax, mientras que la presencia de aire en la pleura recibe el nombre de neumotórax.
Otra afección de la pleura es la pleuresía. En este caso, la membrana se inflama y provoca un dolor intenso al respirar.
La pleuresía hace que se inflamen las pleuras. Cuando se produce la denominada pleuritis, el paciente experimenta un dolor agudo en la zona del pecho, el cual se vuelve peor cada vez que respira. Como se menciona más arriba, en un cuerpo sano estas membranas se separan por medio de un líquido que se encuentra en la llamada cavidad pleural, y pueden deslizarse suavemente durante la expansión y la contracción de los pulmones al respirar.
En un cuadro de pleuresía, las pleuras se inflaman y se hinchan, de manera al moverse se rozan violentamente, razón por la cual surge un dolor tan intenso con la respiración. De hecho, tan sólo contener la respiración puede brindarle al paciente un alivio momentáneo.
El dolor en el pecho no sólo se experimenta al respirar, sino por supuesto al estornudar o toser. Otros síntomas incluyen la sensación de ahogo (que ocurre como consecuencia de intentar respirar lo menos posible para evitar las molestias), la tos y la fiebre. Estos últimos dos son los menos frecuentes.
Al mover la parte superior del cuerpo podemos causar que el dolor propio de la pleuresía se extienda a la espalda o los hombros. Tres trastornos en particular pueden acompañar la pleuresía. El primero de ellos es el ya mencionado derrame pleural. Por otro lado se encuentra la atelectasia, el colapso parcial o total del pulmón a causa del exceso de líquido provocado por el derrame; sus consecuencias son la tos y la dificultad para respirar.
El empiema, por su parte, es la infección y la acumulación de pus que puede tener lugar también a causa del derrame pleural. Uno de sus síntomas más comunes es la fiebre.
Entre las causas más frecuentes de esta inflamación de las pleuras podemos señalar: las infecciones virales (como ser la gripe), bacterianas (neumonía) o por hongos; los trastornos autoinmunes (el lupus o la artritis reumatoide); el cáncer de pulmón cercano a la superficie de la pleura; la embolia pulmonar; la tuberculosis; un traumatismo en las costillas; anemia de células falciformes; determinados medicamentos.
Aunque distintas complicaciones pueden causar los problemas pleurales, las infecciones producidas por un virus son las más frecuentes. De todos modos, una lesión en el pecho, la tuberculosis y la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) también pueden provocar problemas en la pleura.