El vocablo griego póros, que se puede traducir como «conducto», llegó al latín tardío como porus. Ese es el antecedente etimológico inmediato de poro, un término que alude a distintos tipos de orificios o espacios muy pequeños.
La noción de poro puede emplearse para aludir al espacio existente entre las moléculas de un cuerpo. En el terreno de la biología, el concepto refiere a la abertura diminuta que se encuentra en la superficie de las plantas y de los animales.
Un poro, en este marco, es un agujero minúsculo que se halla en la piel de un ser humano. Los poros se sitúan en la epidermis (la capa superficial) y permiten la eliminación del sudor, entre otras acciones necesarias para el organismo.
Se estima que cada individuo cuenta con unos dos millones de poros. Estas aberturas tienen una conexión con las glándulas sebáceas, por lo cual permiten que los lípidos que producen estas estructuras salgan y lubriquen la piel.
En una piel saludable, los poros no suelen verse. Sin embargo, diversas cuestiones ambientales, hormonales y genéticas pueden provocar la dilatación de los poros y hacer que se vuelvan visibles, lo cual suele ser considerado como un problema estético.
En este contexto, tanto las personas que tienen este problema como aquéllas cuyos poros no son evidentes pueden seguir una serie de consejos para mantener su piel limpia, prevenir que los poros se obstruyan y de este modo reducir al mínimo su tamaño. Los elementos que pueden bloquear los poros son las células muertas de la piel, los restos de maquillaje, el sudor, la grasa excesiva e incluso el polvo del ambiente.
En las épocas de calor, esto se potencia dado el mayor volumen de sudor; algo similar ocurre con el estrés y otros problemas de salud que interfieren en el correcto funcionamiento de los poros. A grandes rasgos, podemos decir que la acción básica para contrarrestar dicha obstrucción consiste en lavar la piel; sin embargo, el proceso debe hacerse en varios pasos bien definidos para obtener los mejores resultados.
El truco fundamental para el cuidado de la piel es lavarla con agua caliente y jabón neutro, masajearla con ayuda de una esponja vegetal y finalmente enjuagarla con agua fría para que los poros se cierren. Este último paso es crucial, aunque mucha gente lo desconozca o lo salte por diferentes cuestiones. Existen productos que facilitan esta tarea, como ser los cepillos faciales, y cada uno tiene sus ventajas; pero lo más importante es no permitir que se acumule demasiada suciedad en la piel entre un lavado y otro.
El uso de una esponja o de un cepillo tiene el propósito de exfoliar la piel, es decir, colaborar con el desprendimiento de las células muertas y otros elementos que obstruyan los poros. Sobra decir que este proceso debe realizarse de manera suave y en sesiones cortas, un máximo de dos veces a la semana.
La desobstrucción de los poros también se puede conseguir mediante el uso de vapor, en especial para trabajar directamente sobre el rostro. El primer paso sigue siendo lavar bien la piel. Seguidamente, debemos inclinarnos sobre un recipiente con agua hirviendo y cubrirnos la cabeza con una toalla para evitar que se escape el vapor. Este método se puede combinar con el uso de aceites esenciales o infusiones calmantes, las cuales se deben mezclar con el agua.
El Allium Puerrum, en tanto, es una planta conocida como poro, puerro, porro o ajo porro. Forma parte del mismo grupo familiar del ajo y de la cebolla y se consume de múltiples maneras.
Con el poro pueden prepararse ensaladas y sopas. También se usa en diferentes clases de guisos. Lo habitual es que se utilice el bulbo, aunque en algunas elaboraciones se aprovechan las hojas y hasta las flores.