Con origen en el vocablo latino praecipitium, el término precipicio refiere a un barranco al cual no es posible acercarse sin riesgo de caída. Los precipicios, por lo tanto, son sitios potencialmente peligrosos.
Algunos ejemplos
Veamos el término precipicio en algunas oraciones: “Nunca había conducido mi automóvil en una montaña: me dio temor estar tan cerca del precipicio”, “La joven no dudó en aproximarse al precipicio para rescatar al hombre”, “Tragedia: murieron tres personas al caer por un precipicio”.
En estos ejemplos vemos el uso fundamental de esta palabra, cuya definición hace referencia a algo material. Conducir un coche por un camino a gran altura, junto a un precipicio, es una experiencia que a la mayoría de la gente le causaría miedo, ya que las probabilidades de sufrir un accidente mortal son muy altas. Si sumamos condiciones meteorológicas poco favorables, puede convertirse en una auténtica pesadilla.
En la segunda oración, se habla de una mujer que rescata a un hombre luego de verlo pendiendo de un precipicio, poniendo su propia vida en riesgo. Finalmente, se menciona la muerte de tres personas que fueron víctimas de una caída.
Características generales
Los precipicios se encuentran a gran altura. Esto hace que aquel que se desbarranca desde un precipicio puede sufrir graves lesiones o incluso perder la vida.
En las montañas suele haber precipicios o abismos. Por eso la práctica de montañismo requiere numerosas medidas de seguridad. También hay precipicios en los edificios de varios pisos o plantas.
Al borde del precipicio
La idea de precipicio además tiene un uso simbólico. Se habla de “estar al borde del precipicio” cuando alguien o algo se encuentra a punto de desmoronarse o de sufrir un golpe con consecuencias serias.
Supongamos que un país lleva tres años de recesión económica, con una tasa de desempleo del 25% y una inflación anual de más del 50%. Mientras cada vez cierran más empresas, a la mayoría de los habitantes le cuesta satisfacer sus necesidades materiales más elementales. Por eso, dadas las dificultades y que no existen signos de una pronta recuperación, los analistas políticos y los expertos en economía afirman que la nación está al borde del precipicio. De este modo advierten sobre un posible colapso social con un aumento del hambre y de los enfrentamientos violentos.
Una persona que está atravesando una época de muchas dificultades en todos los ámbitos también puede sentirse al borde del precipicio. Por ejemplo, si ha perdido su trabajo en una empresa donde llevaba muchos años, si se ha terminado una relación sentimental que la completaba o si ha perdido a un ser querido en una tragedia y no logra recuperarse. Vemos que esta situación puede afectar tanto el plano emocional como el económico o el profesional, ya que la vida en sociedad nos exige un cierto grado de equilibrio entre los tres. Si falla uno solo, es posible apoyarse en los otros, pero cuando los tres se ven comprometidos la realidad puede ser desesperante.
De hecho, entre encontrarse al borde del precipicio y quitarse la vida no hay mucha distancia en la mayoría de los casos. La sociedad no parece estar preparada para apoyar a los que más lo necesitan, al menos no de una forma espontánea y personalizada: hay planes de ayuda, generalmente orientados a las cuestiones económicas, pero se trata de una estructura cerrada, que no admite excepciones. Nuestra mejor opción si creemos que nada tiene sentido es acudir a un amigo, alguien que pueda ver nuestro pesar sin filtros y nos pueda ofrecer la mano que realmente pueda sacarnos del pozo. El problema es que no siempre contamos con esa persona, y es entonces que nuestras posibilidades se reducen peligrosamente.