El pus es una sustancia formada por células sin vida, suero y otros componentes. Este líquido viscoso, cuyo aspecto puede presentar un rango de tonalidades que va desde el amarillo hasta el verde, aparece como resultado de la segregación de un tejido que, por lo general, sufre algún tipo de infección.
La supuración (es decir, la generación de pus), por lo tanto, suele tener origen en un proceso infeccioso. Sin embargo, hay enfermedades como la psoriasis que incluyen la presencia de pus aún cuando no implican una infección. En estos casos, el pus es una consecuencia de tejidos necróticos que se acumulan en un mismo lugar.
El pus, las pústulas y los forúnculos
Cuando el pus produce una inflamación cutánea que puede observarse a simple vista, se genera lo que se conoce como pústula o, si la hinchazón es muy grande, forúnculo. En el caso en que el pus se acumule en un tejido cerrado, puede ocasionar la aparición de un absceso (que implica la hinchazón y la infección del tejido en cuestión).
El acné, que se produce a partir de la acumulación de células muertas y secreciones sebáceas que tapan los folículos pilosos, puede implicar la generación de pus. Eso ocurre cuando aparece una bacteria que se encarga de infectar los poros y que facilita la propagación de los granos o pústulas.
Si una persona aprieta un grano con pus y lo revienta, hará que este líquido salga del tejido inflamado. Esta decisión, lejos de ser una solución, puede provocar lesiones en la piel, cicatrices e incluso nuevas infecciones.
La amigdalitis
Si se produce una inflamación o una infección en las amígdalas, uno de los posibles síntomas es la aparición de bolsas de pus, pequeñas protuberancias que dificultan el habla y la acción de tragar, además de causar un dolor muy molesto. Cabe mencionar que las amígdalas son muy importantes para nuestro organismo, ya que junto con las adenoides son la primera barrera defensiva contra un gran número de virus y bacterias que ingresan en el cuerpo a través de la boca y la fosas nasales.
Cuando, ante una infección, las amígdalas se inflaman y aparecen dichas bolsas de pus, se habla de amigdalitis. Entre sus causas principales se encuentra la presencia de bacterias; sin embargo, la gripe, la faringitis estreptocócica e incluso un resfrío pueden provocar esta condición. Por otro lado, una alimentación basada en productos poco saludables, incluyendo el exceso de harina, azúcar, café y fritos también pueden colaborar con la inflamación de las amígdalas.
Algunos de los síntomas más característicos de la amigdalitis, además de la aparición de pus, son los siguientes: dolor de oído; fiebre y escalofríos; fuertes molestias en la garganta durante más de dos días seguidos; dolor de cabeza. Si las amígdalas presentan un gran tamaño, también pueden aparecer problemas para respirar y para ingerir alimentos o líquidos.
Cuando el dolor es muy leve, o bien cuando no hay complicaciones secundarias, la amigdalitis no requiere de un tratamiento específico; en un caso tal, es probable que no se indique ningún medicamento. Los antibióticos se recetan cuando los exámenes evidencian la presencia de estreptococos.
Remedios caseros para tratar las bolsas de pus y otros problemas en la garganta
Existen diversos remedios caseros para calmar el dolor y la inflamación, e incluso para atacar las bolsas de pus, algunos de los cuales se listan a continuación:
* consumir líquidos fríos o helado de agua;
* evitar las bebidas calientes;
* hacerse gárgaras con agua y sal, especialmente cuando se observa pus en la garganta;
* chupar pastillas con benzocaína o compuestos similares, que resultan ideales para calmar el dolor (no se deben administrar a niños pequeños, ya que pueden causarles ahogamiento);
* aprovechar las propiedades del paracetamol y del ibuprofeno para tratar la fiebre y las molestias.