Con origen en el vocablo latino satelles, satélite es un término con varias acepciones. El primer significado que menciona el diccionario de la Real Academia Española (RAE) alude al cuerpo celeste que orbita en torno a un planeta y cuyo brillo se produce al reflejar la luz solar.
Lo artificial, en tanto, es aquello que no es natural, sino que surge a partir de una acción del ser humano. El término proviene del latín artificiālis.
Se denomina satélite artificial, en este marco, a un vehículo que se ubica en órbita alrededor de algún astro. Estos satélites están equipados con dispositivos que les permiten recolectar y transmitir información.
Características de un satélite artificial
Puede decirse que un satélite es una máquina que se pone en órbita de manera intencional. Cabe destacar que una órbita es un recorrido curvo que un cuerpo lleva a cabo alrededor de un determinado punto.
Un satélite puede contar con tripulación o no. Por lo tanto, hay satélites que trasladan a personas, mientras que otros pueden cumplir sus funciones sin contar con nadie a bordo.
Los satélites artificiales presentan diferentes características según el objetivo de los constructores. Hay satélites que permiten el desarrollo de telecomunicaciones, otros que se emplean en la meteorología e incluso algunos que se utilizan con fines militares (interceptando y destruyendo misiles).
Sus orígenes
Como ocurrió con muchos adelantos tecnológicos, los satélites artificiales fueron mencionados en un primer momento en la ciencia ficción. Se señala a «The Brick Moon», un cuento escrito por el estadounidense Edward Everett Hale y publicado en 1869, como el primer relato que realiza la descripción de un objeto de esta clase.
Con el tiempo, autores como Julio Verne y Arthur C. Clarke también aludieron a dispositivos que pueden asociarse con los satélites artificiales. De esta forma, desde la literatura se anticipó lo que finalmente se materializó a mediados del siglo XX.
En el plano concreto, el desarrollo de los satélites artificiales fue impulsado por la llamada Guerra Fría. Así se denomina a un enfrentamiento no bélico entre la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (U.R.S.S.) y los Estados Unidos, caracterizado por las demostraciones de poder de ambos sin llegar a la lucha armada.
En este contexto, las dos potencias buscaban demostrar su capacidad científica y técnica, con lo cual el dominio del espacio exterior se planteó como uno de los objetivos. Así, avanzaron con las investigaciones y ensayos hasta que la U.R.S.S. consiguió poner en órbita al primer satélite artificial, bautizado como Sputnik 1.
El primer satélite artificial
El lanzamiento del Sputnik 1 se produjo el 4 de octubre de 1957. Fue lanzado desde la base espacial de Baikonur, cerca de la ciudad de Tiuratam, y se logró que orbite alrededor de la Tierra.
La construcción de este satélite artificial se inició en 1956 en el marco de un programa denominado Sputnik, que luego derivó en la creación de otros satélites. Equipado con dos transmisores radiales, el Sputnik 1 tenía estructura de aluminio y forma esférica. Orbitó 92 días hasta su caída, luego de recorrer cerca de 70 millones de kilómetros.
El Sputnik 2, lanzado en 1957, marcó otro hito al llevar al espacio a un ser vivo: la perra Laika. Esto permitió investigar la respuesta orgánica en el ámbito espacial.