La natación es la acción y efecto de nadar. El término, procedente del latín natatio, también se utiliza para dar nombre al deporte que consiste en nadar a la mayor velocidad posible para derrotar a los oponentes en una carrera.
El ser humano siempre ha intentado por todos los medios adaptarse al medio acuático, una decisión lógica si tenemos en cuenta que tres cuartas partes de la superficie del planeta están cubiertas de agua. La natación pronto pasó de ser una actividad de subsistencia o desplazamiento a convertirse en una competencia deportiva.
Diversos grabados de la Edad de Piedra demuestran que la natación ya era una actividad que se realizaba en la prehistoria. Las competencias formales, sin embargo, recién se popularizaron en la segunda mitad del siglo XIX. En 1896, por ejemplo, la natación formó parte de los primeros Juegos Olímpicos de la era moderna.
Estilos de natación
La natación competitiva contempla cuatro estilos de nado: crol, mariposa, pecho y espalda.
El estilo crol (del inglés crawl) se realiza con un brazo que se mueve en el aire con la palma hacia abajo para ingresar en el agua y el codo relajado, mientras que el otro brazo se desplaza bajo el agua. Las piernas dan patadas en un movimiento alternativo.
En el estilo mariposa, el nadador debe llevar ambos brazos juntos al frente, por encima del agua, y luego hacia atrás. Mientras tanto, se realiza un movimiento ondulante de las caderas.
El estilo pecho o braza consiste en la apertura de brazos con un movimiento hacia atrás hasta quedar en línea con los hombros y el encogimiento de las piernas para luego estirarlas.
El estilo espalda, por último, es similar al crol aunque el nadador flota boca arriba, con la espalda apoyada en el agua.
Los beneficios que otorga nadar
Así como los demás deportes, la natación nos beneficia a muchos niveles. Sin embargo, se distingue del resto por una serie de características; por ejemplo, implica todos los grupos importantes de músculos y no somete el cuerpo a impactos contra superficies sólidas. Además, alimenta la sensación de seguridad y confianza en uno mismo, y la pueden practicar personas que por determinadas razones se vean impedidas para realizar otras actividades deportivas.
Con respecto al corazón, se sabe que un constante y moderado trabajo de tipo aeróbico es ideal para cuidarlo, y nadar representa la práctica aeróbica por excelencia. La natación ayuda a muscular y fortalecer el corazón, y colabora con la eliminación de la grasa que lo recubre, provocando a su vez que lata con más potencia y que pueda llevar más cantidad de sangre al resto de nuestro cuerpo. Como si todo esto fuera poco, la frecuencia cardíaca (o sea la cantidad de contracciones o pulsaciones que realiza por unidad de tiempo) disminuye durante el reposo, y mejora el rendimiento del sistema circulatorio en general.
Al nadar también se contribuye con el fortalecimiento de los músculos de los pulmones; esto repercute en que se necesite invertir menos energías para tomar aire, o sea, que respiremos de forma más eficiente, oxigenándonos mejor y estresando menos la musculatura pulmonar, disminuyendo a su vez la frecuencia con la que se respira.
Cuando se practica el estilo crol, por ejemplo, es necesario sostener el aire de forma sistemática, motivando el aumento en densidad de los glóbulos rojos y su capacidad para realizar el transporte de oxígeno. Como resultado de dicho desarrollo, los pulmones se vuelven más eficientes a la vez que se limpian de impurezas.
Algo que no debe pasar desapercibido es que la natación nos brinda una sensación de independencia y de seguridad en nosotros mismos, lo cual mejora nuestra autoestima. Además, dado que suele practicarse acompañado de otras personas y con escasa vestimenta, nos enriquece socialmente y nos despoja de prejuicios y etiquetas.