Un antro es una gruta o una caverna, de acuerdo a la primera acepción que menciona el diccionario de la Real Academia Española (RAE). El término de nuestro idioma procede del latín antrum, a su vez derivado del griego ántron.
Por extensión a este significado, aparece el uso más habitual del término en la actualidad. Se denomina antro a un lugar que tiene una reputación negativa o cuya apariencia es mala u oscura.
Por ejemplo: “Anoche Carlos me llevó a un bar que era un antro: a los diez minutos le dije que nos fuéramos a otro sitio”, “No entiendo cómo el gobierno autoriza el funcionamiento de este antro que pone en riesgo la vida de cientos de jóvenes cada noche”, “Cuando comenzamos nuestra carrera musical nos veíamos obligados a presentarnos en antros; ahora tenemos la suerte de ofrecer conciertos en teatros y estadios”.
Qué es un antro
Existen diversas cuestiones que pueden llevar a que un lugar sea mencionado como un antro. Muchas veces el concepto se asocia al desarrollo de una actividad ilegal en su interior: un boliche donde se venden drogas ilícitas o un club nocturno que fomenta la prostitución pueden ser llamados antros.
Los antros también adquieren su clasificación cuando no brindan comodidades a los asistentes o clientes. Un teatro con butacas rotas o un museo que carece de luz eléctrica podrían ser señalados como antros.
Garantía de entretenimiento y buenas condiciones
Es importante tener en cuenta que, en algunos países, un antro no es un lugar incómodo o de mala reputación, sino lo opuesto: un establecimiento que garantiza entretenimiento y buenas experiencias también puede ser definido, en este contexto, como un antro. Esto ocurre en Chile y México, donde la palabra antro tiene un significado contrario al del diccionario de la RAE.
En estos dos países, un antro puede ser un sitio de buena reputación, al cual la gente se dirige para divertirse y socializar. Por citar un ejemplo preciso, aunque en Estados Unidos, existe un local de esparcimiento denominado Club Antro situado en la ciudad de San Antonio.
Distintas miradas sobre los antros
Al margen del significado que nos provee el diccionario y del uso que mucha gente haga del término, no debemos olvidar que mientras unos desprecian un determinado local comercial por su aspecto o su falta de higiene, muchos lo frecuentan con asiduidad y disfrutan de sus instalaciones sin problema.
La soberbia, la generalización y el absolutismo no son buenos amigos de la lengua; por mucho que les pese a los más estrictos, la democracia siempre triunfa, y las academias de la lengua acaban aceptando los productos del habla cotidiana que en un principio resultan incorrectos.
A los seres humanos nos gusta pensar que tenemos la opinión correcta, que nuestro punto de vista es el más adecuado: «mi forma de limpiar el monitor es la mejor», «este plato se prepara así», «vivir de esa forma es absolutamente inaceptable desde un punto de vista moral», «este texto es un desastre», etc. Sin embargo, los antros, los anglicismos y las faltas de ortografía seguirán siendo parte de nuestra especie, y quizás un día no podamos evitar visitarlos.
El verbo antrear
Un fenómeno muy común en la actualidad es la verbalización de sustantivos; es decir, la creación de verbos a partir de sustantivos al margen de las reglas y los límites del ámbito académico. Esto se da en el habla cotidiana y muchas veces cobra tanta fuerza que con el tiempo se vuelve oficial.
El término antrear, en este contexto, es el resultado de verbalizar el sustantivo antro y así algunos hispanohablantes pueden expresar las siguientes oraciones: «Esta noche vamos a antrear con los chicos», «Tanto antrear a mitad de semana te está convirtiendo en un muerto viviente», «Nunca he sido de antrear, pero a veces me convencen».