Desigualdad económica es un concepto que refiere al desequilibrio y la diferencia que se advierte en la distribución de la riqueza ya sea al analizar la realidad de los integrantes de una comunidad, la situación social dentro de un mismo país o al comparar naciones.
En este panorama, señalan expertos y analistas que se dedican a estudiar la cuestión, influyen múltiples factores. Por lo general, el género, la raza y el nivel de formación académica están estrechamente vinculados a la divergencia en materia financiera.
Para soñar con la posibilidad de erradicar del planeta la desigualdad económica y que la idea sea viable tendría que haber en todo el mundo equidad de género, derechos humanos garantizados para cada individuo sin excepción, acceso igualitario a la educación, condiciones de vida dignas y paz social.
El miedo y la inestabilidad derivados de la inseguridad, los contextos violentos y los conflictos que traspasan las fronteras no permiten avanzar por la senda de la igualdad y, entonces, no hay progreso colectivo posible.
La desigualdad económica a lo largo de la Historia
La desigualdad económica es una problemática que se ha ido padeciendo, intensificando y expandiendo a lo largo de la Historia por todos los países.
Con la implementación y la propagación del capitalismo se empezaron a registrar distintas modalidades de desigualdad. Tras la Segunda Guerra Mundial, en los territorios con más desarrollo se consiguió reducir la brecha de desigualdad a nivel social aunque, de esa época en adelante, la distribución de ingresos no ha sido equilibrada.
Cabe destacar que la inequidad económica suele medirse a través del coeficiente de Gini, más allá de considerarse asimismo a los índices de Hoover y de Atkinson, entre otros. En este marco cobra relevancia, incluso, el Índice de Pobreza Multidimensional.
Investigaciones difundidas en los últimos años reflejan que, en décadas recientes, la desigualdad de ingresos, aunque no al mismo ritmo, se incrementó en casi todos los Estados. En 2019, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) presentó un informe focalizado en desarrollo humano en donde se marcó a América Latina como la región donde se concentraba la más acentuada desigualdad en cuanto a ingresos. En ese rincón del planeta, detallaba el texto, indígenas y/o afrodescendientes se ven forzados, en comparación a la población blanca, a afrontar más barreras al querer progresar. Esas minorías poseen menos chances de acceder a la escolarización, de terminar la escuela, de lograr trabajos bien remunerados y, por lo tanto, están más expuestas a la pobreza.
La corrupción, la explotación laboral, la discriminación, la privatización de los servicios públicos y el empleo precario figuran, a grandes rasgos, como causales de desigualdad económica.
También la pandemia de coronavirus dejó secuelas relacionadas con la inequidad. Se ha determinado, por ejemplo, que a nivel mundial el sector público ha quedado empobrecido porque perdió riqueza y sumó deuda; mientras que, según estimaciones del Banco Mundial, se profundizó el número de sujetos en condiciones de pobreza extrema pero también subió el patrimonio de los multimillonarios.
Tipos de inequidad
Hay múltiples tipos de inequidad en el planeta. Es lamentable e injusto pero, mientras la clase alta derrocha su fortuna y acumula cada vez más dinero concentrando riqueza, la clase baja está condenada a sobrevivir entre carencias, precariedad y la ausencia de servicios básicos garantizados.
La inequidad social se torna evidente al recorrer, por ejemplo, barrios sin acceso al agua potable habitados por gente trabajadora que se esfuerza por salir adelante y se sacrifica a diario para llevar un plato de comida a su mesa ubicados a metros de zonas residenciales pobladas por personas de elevado poder adquisitivo.
La desigualdad abarca al género, la raza y los ingresos. El desempleo, la desnutrición y el analfabetismo suelen golpear fuerte a la clase baja, un segmento de la población que intenta darles un futuro esperanzador a las nuevas generaciones a través de los rebusques laborales en el circuito de la economía informal, el aprovechamiento del sistema de educación pública y el registro en programas de asistencia social. Resulta indignante saber y descubrir que hay quienes se aprovechan de las necesidades del prójimo y someten a enormes cantidades de personas al trabajo forzado o esclavo, a la explotación laboral y al trabajo infantil para enriquecerse a costa del sufrimiento del personal.
Es imprescindible, en pos de minimizar las desigualdades, combatir delitos y luchar contra las injusticias, que los gobernantes implementen estrategias y políticas que mejoren la realidad tributaria y fiscal, el acceso a la atención médica, el derecho a recibir educación, los salarios, las condiciones de empleo y la seguridad social. Es esencial para el bienestar social y el progreso nacional darle batalla a la inflación, detectar y sancionar maniobras de evasión fiscal, proteger a la niñez, reducir los índices de desempleo y trabajar desde el Estado para fomentar el progreso, estimular el desarrollo sostenible y asegurar la justicia social.