Con origen etimológico en el vocablo latino desolatio, desolación es el acto y resultado de desolarse o desolar. Este verbo (desolar), en tanto, refiere a destruir o a provocar tristeza o angustia.
Puede decirse que la desolación aparece con algo destrozado o arruinado. Supongamos que, en un determinado territorio, se desarrolla una cruenta guerra civil. Los bombardeos provocan el colapso de numerosos edificios y dejan los espacios públicos en ruinas. Frente a este panorama, muchas personas lamentan la desolación de la región en cuestión.
Tomemos el caso de un gobierno que no invierte en el mantenimiento de un parque. Los monumentos del lugar lucen deteriorados, con grafitis y daños en la pintura. La vegetación, por otra parte, se fue perdiendo con el paso del tiempo. Además es común que allí se reúnan malvivientes. Por todas estas cuestiones, el parque se encuentra desolado.
En ocasiones, la desolación se asocia a la falta de vida. Cuando no se advierte la presencia de seres humanos y el entorno resulta muy árido, sin plantas, es habitual que se mencione la desolación del sitio.
Imaginemos ahora una carretera poco transitada que atraviesa un desierto. Es frecuente que los automovilistas recorran cientos de kilómetros sin cruzarse con otros conductores, ya que es una vía poco usada. Asimismo, el paisaje no resulta atractivo: no hay cultivos ni flores. Quienes deben avanzar por esta carretera, suelen aludir a la desolación del camino, que incluso genera congoja o zozobra.
Es importante señalar que este término no suele usarse con mucha frecuencia en el habla cotidiana. Sin embargo, tampoco pertenece a ese grupo de palabras que solamente aparecen en el ámbito de la literatura: se trata de un caso especial, que a veces aporta un énfasis extra en el lenguaje popular, y por eso tiene reservado su lugar en las conversaciones informales.
Esto no es exclusivo de los vocablos muy técnicos o específicos, ya que también se registra con frases de un tono muy exagerado, como ser «¡Me estoy muriendo de hambre!» para expresar que tenemos mucha hambre y que no podemos esperar a que llegue la comida, por ejemplo.
Si llegamos a una playa marítima donde no parece haber vida, podemos decir muchas cosas diferentes para expresar nuestro asombro. Sin agregar ningún matiz de humor ni de opinión personal, basta con «No parece haber nadie más». Sin embargo, si queremos enfatizar nuestra sorpresa y suscitar alguna respuesta en los demás, como ser la risa, siempre están estas palabras o frases que aparentemente no se usarían en estos contextos; por ejemplo: «¡Madre mía, qué desolación!».
Veamos a continuación algunos de los sinónimos más comunes para la palabra desolación: angustia, aflicción, dolor, tristeza, pesar y desamparo. En este caso, dos antónimos que podemos mencionar son gozo y alegría. Por otro lado, en los primeros párrafos se exponen ejemplos que se corresponden más con los siguientes sinónimos: ruina, devastación y asolación.
Podemos notar que la segunda lista de sinónimos parece expresar ciertos aspectos de un sitio más objetivos que subjetivos, aunque tampoco se encuentran en un solo extremo. Si nos sentimos desolados porque hemos sufrido un daño muy profundo, imposible de poner en palabras o de superar, como puede ser la muerte de un ser amado, sobra decir que la objetividad no tiene cabida en esta situación tan personal. En cambio, apelar a la palabra desolación para describir una carretera que parece haber sido abandonada se acerca más a una observación objetiva, ya que la ausencia de gente y la falta de mantenimiento sí pueden ser innegables ante los ojos de cualquier persona.
«Desolación», por último, es una obra de la escritora chilena Gabriela Mistral. Este libro fue editado por primera vez en 1922.