Desprecio es un concepto que alude a la ausencia de aprecio: es decir, a la falta de estima o reconocimiento. El término procede del verbo despreciar.
La acción de despreciar, en tanto, refiere a desdeñar o desestimar. De este modo, el desprecio se asocia a la subestimación, el desaire e incluso la aversión.
El desprecio según la psicología
El estadounidense Paul Ekman está considerado entre los psicólogos más influyentes del siglo XX. Este profesional se especializó en el análisis de las emociones y en como éstas se expresan a través del rostro de las personas.
Para Ekman, el desprecio es una de las emociones básicas del ser humano, con lo cual resulta universal independientemente de factores sociales. Por eso considera que su expresión en el rostro se concreta de un modo similar en todas las razas, etnias y culturas.
El desprecio, en este marco, se asocia a una sensación de superioridad. Aquel que desprecia algo o a alguien siente que no necesita adecuarse o adaptarse ya que lo despreciado es inferior o carece de relevancia o valor.
Cuando una persona reacciona con desprecio está expresando su estatus o su poder. Por lo general quien desprecia cree tener una moral más elevada que el otro y, en consecuencia, su propia posición tiene mayor valía que otras posturas.
Podría decirse que un individuo experimenta desprecio por aquel que, según su perspectiva, no está a su nivel o altura. De todos modos, también puede surgir el desprecio hacia un superior jerárquico o una autoridad.
Su función
Los psicólogos consideran que el desprecio funciona como un mecanismo de defensa. Esta emoción se desencadena como parte de un procedimiento inconsciente que surge a la hora de enfrentar una situación de riesgo o que resulta molesta.
Mediante el desprecio, el sujeto se opone a una conducta exterior que juzga como indeseable o negativa. Esto le permite transmitir su desacuerdo y, de forma simultánea, resaltar la validez de su posición.
Esa reafirmación del pensamiento y el comportamiento propios, en ocasiones, es una respuesta frente a las críticas: se realza el punto de vista de uno mismo a través de denostar o invalidar la mirada ajena.
El desprecio como mecanismo de defensa también actúa cuando irrumpe la envidia. Al desear tener algo que posee otro, puede aparecer el desprecio a modo de recurso de protección frente al enojo o la tristeza de no contar con eso que se envidia.
Consecuencias negativas del desprecio
Ya vimos que el desprecio puede funcionar como un mecanismo de defensa y así contribuir a la supervivencia. Sin embargo, cuando no se gestiona la emoción correctamente, produce efectos negativos en el individuo.
Quien muestra desprecio hacia los demás de manera regular o constante tiende a estar permanentemente juzgando a aquellos que lo rodean. Su pretensión de mostrar su superioridad lo lleva a la agresión, con lo cual el desprecio se torna desadaptativo y dificulta los vínculos sociales.
Por otro lado, es habitual que el sujeto despreciado sienta un rechazo y perciba una humillación en ese menosprecio. Eso puede causar desde un distanciamiento hasta resentimiento y odio. En cualquier caso, el desprecio dificulta cualquier tipo de entendimiento; por el contrario, promueve la antipatía y la hostilidad.
Otra consecuencia negativa del desprecio es que atenta contra el reconocimiento de los errores propios. Si uno se siente superior, no admite que necesita modificar una conducta o tomar ciertas decisiones para remediar un daño o simplemente mejorar.
Su incidencia en las relaciones sociales
El desprecio afecta el desarrollo de las relaciones sociales y las interacciones con el entorno. La indiferencia y el desdén imposibilitan un contacto con empatía y anulan la cooperación. La persona que se cree superior a otra suele dirigirse a ella con sarcasmo e ironías. Por considerar que el interlocutor carece de valor, puede llegar a la falta de respeto y el maltrato.
Puede comprenderse cómo actúa el desprecio en los casos de bullying que se dan en los centros educativos. Un estudiante que se siente mucho más fuerte que los demás puede apelar a la ridiculización, la intimidación y la violencia para reflejar eso que cree, minimizando a las víctimas.
Más allá de los vínculos cara a cara o directos, el desprecio puede surgir por prejuicio o ignorancia respecto a un grupo social, provocando discriminación. La xenofobia, el racismo, el sexismo y la homofobia se alimentan del desprecio, que promueve la exclusión de aquellos considerados «inferiores» o «anormales».
En este punto es interesante mencionar que, para la filosofía, el desprecio se orienta a aquel que no es digno de ser visto. Por eso, el despreciado directamente carece de existencia en la concepción de la realidad del despreciador, desarrollándose una invisibilización. Quienes no son vistos, en este contexto, resultan superfluos o innecesarios: sobran en la sociedad.
Desprecio hacia uno mismo
La psicología contempla la existencia del autodesprecio:: el desprecio hacia uno mismo. Se produce cuando la persona está lejos de convertirse en lo que le gustaría ser, evidenciándose una separación notoria entre el yo real y el yo ideal.
La baja autoestima, un pasado traumático, vínculos sociales que no son saludables y diversos trastornos psicológicos pueden causar el autodesprecio. Alguien que desprecia a sí mismo minimiza sus aciertos, exagera sus errores y no consigue reconocer sus aptitudes y méritos.