El término detective tiene su raíz etimológica en la lengua inglesa. De acuerdo al diccionario de la Real Academia Española (RAE), se trata de un policía particular que se dedica al desarrollo de investigaciones reservadas y que, en determinados casos, puede intervenir en un proceso judicial.
Por ejemplo: «Los detectives de la policía aún no logran descubrir qué ocurrió con la mujer cuyo cuerpo apareció en la orilla del río», «Me gustan mucho las novelas de detectives», «El empresario contrató a un detective privado para que siga a su esposa y, de esta forma, poder probar su infidelidad».
La función del detective es detectar algún factor que permita aclarar cómo se desarrolló un hecho. Puede tratarse de un integrante de una fuerza de seguridad o de un investigador autónomo.
Los detectives, en este marco, pueden contribuir a esclarecer un delito. Supongamos que un hombre es encontrado muerto en su casa, con tres balazos en la cabeza. Para determinar qué ocurrió y quién fue el asesino, un detective puede acercarse a la escena del crimen para recolectar pistas e iniciar su investigación. Entrevistar a vecinos, revisar las grabaciones de las cámaras de seguridad y reconstruir las últimas horas de la víctima son algunas de las acciones que posiblemente lleve a cabo el detective.
Varios de los personajes de ficción más famosos de la historia son detectives, reconocidos especialmente por su sagacidad. Sherlock Holmes (creado por Arthur Conan Doyle), Philip Marlowe (de Raymond Chandler), Perry Mason (de Erle Stanley Gardner) y Hércules Poirot (de Agatha Christie) son algunos de ellos.
Como puede apreciarse en dichos ejemplos, la historia una vez más ha dejado fuera del cuadro a la mujer, ya que los personajes considerados más astutos de la ficción del pasado son todos hombres. Sin embargo, esto no significa que no existan novelas detectivescas protagonizadas por mujeres, ya sea que ocupen ese rol en particular o que se desempeñen como investigadoras privadas, inspectoras de policía, comisarias, periodistas o juezas.
En la actualidad, no es tan raro ver mujeres en las fuerzas de seguridad o en los altos puestos ejecutivos, aunque todavía estemos lejos de una realidad equitativa. Esto se refleja también en la ficción, con mayor efectividad dada la posibilidad de crear mundos más justos que nos brinda la máquina de escribir, y entonces podemos encontrar mujeres que luchan contra el crimen como protagonistas de un género que durante tantas décadas perteneció exclusivamente al hombre.
En la década de 1980, Sue Grafton y Sara Paretsky, dos escritoras norteamericanas, comenzaron a publicar historias de detectives en las cuales el personaje principal era una mujer. Ambas dieron lugar al nacimiento de dos míticas investigadoras: Kinsey Millhone, una ex oficial de policía que comenzó a trabajar en el sector privado en un pueblo ficticio de California llamado Santa Teresa, y Victoria Iphigenia Warshawski, una investigadora privada que luego de haber escapado del régimen de Mussolini en su Italia natal se radica en Chicago.
En España, por otro lado, la escritora Alicia Giménez Barlettcreó a Petra Delicado, una inspectora de policía, cuando todavía en su país la mujer no había accedido nunca a ese puesto. No es fácil cambiar la mentalidad que se alimentó por tantos siglos durante los cuales el hombre siempre ocupó los roles de máximo poder, pero la fuerza que la mujer ha cobrado en las últimas décadas va en aumento, y poco a poco nos aproximamos a un equilibrio que refleja mucho más el aporte que cada integrante de la sociedad hace para que se sostengan las estructuras.
Por fortuna, no sólo las escritoras han puesto a la mujer en el rol de detective, comisaria o periodista: algunos de los escritores que han colaborado con la apertura son Carlos Quílez, Juan Bolea y José María Guelbenzu.