Lo primero que vamos a hacer antes de entrar de lleno en el significado del término flúor es conocer su origen etimológico. En este caso, podemos establecer que se trata de un neologismo que deriva del latín, concretamente de la palabra “fluor”, que puede traducirse como “flujo” o “corriente”.
Es interesante saber que fue aislado por primera vez en el año 1886 por el químico francés Henri Moissan, después de que durante más de siete décadas se intentara conseguir pero sin éxito y trayendo consigo numerosas muertes entre quienes lo desearon hacer.
El flúor es el elemento químico de símbolo F, cuyo número atómico es 9. Se trata de una sustancia tóxica y de gran reactividad, de olor intenso y color verdoso o amarillento.
Perteneciente al conjunto de los halógenos, si se encuentra a temperatura ambiente el flúor es un gas. En su forma pura se trata de un elemento de alta peligrosidad para el ser humano, ya que produce quemaduras de gravedad si toca la piel. En la naturaleza, de todos modos, siempre aparece combinado con otros elementos.
Por lo general, el flúor aparece como fluoruro en la corteza de la Tierra. Un fluoruro es un compuesto que presenta un ion fluoruro combinado con un elemento que tiene carga positiva.
El concepto de flúor suele asociarse al fluoruro que se agrega al dentífrico con el objetivo de prevenir el desarrollo de caries. Lo habitual es que se trate de fluoruro de sodio (NaF): cuando una persona utiliza una crema dental o un enjuague bucal que contiene este flúor, el fluoruro de sodio contribuye al endurecimiento del esmalte, volviéndolo más resistente (y, por lo tanto, minimizando el riesgo de la aparición de caries).
De la misma manera, tenemos que subrayar que el flúor presente en lo que son las pastas dentífricas es muy útil también para reducir los riesgos de descalcificación y para hacerle frente a todo tipo de bacterias.
Tras las comidas, la saliva presenta ácidos que favorecen la desmineralización de los dientes. Pero cuando la saliva tiene un nivel menor de acidez, sucede lo contrario, ya que repone el fósforo y el calcio. Si en este proceso de remineralización se incluye al flúor, los minerales se vuelven más duros y fortalecen las piezas dentales. Así, al generarse nuevamente la fase de desmineralización que se desarrolla después de comer, los dientes resisten mejor.
Además de todo lo indicado hay que saber que si se opta por recurrir al flúor en pro de evitar lo que es la aparición de caries en la boca, ese no solo se puede usar a través de la pasta dentífrica. En concreto, también se puede encontrar a la venta en el agua, mediante comprimidos e incluso en gotas.
No menos interesante es que existen distintos alimentos que se considera que también aportan al organismo unas cantidades interesantes de flúor. En concreto, entre los más significativos se encuentran las naranjas, la carne de pollo, el bacalao, la lechuga, las hortalizas, el salmón, los lácteos, la gelatina, las espinacas o las sardinas.
Cabe destacar que el flúor también puede añadirse al agua potable con el mismo fin: la prevención de la caries. De todas maneras, hay que tener en cuenta que el exceso de flúor es tóxico.