La inteligencia naturalista es una de las tantas habilidades o capacidades de los seres humanos. Está enmarcada dentro de la teoría de las inteligencias múltiples que ha planteado décadas atrás el psicólogo norteamericano Howard Gardner.
Gracias a ella, dicen los expertos en estas cuestiones, la humanidad ha logrado conectarse con el medio ambiente desde tiempos remotos aprendiendo a ejercitar la capacidad de observación sobre cada elemento que integra la naturaleza y desarrollar empatía por cada ser vivo.
Que el hombre (y la mujer, por supuesto), haya podido vincularse con el entorno natural, comprender cómo son los vínculos entre diferentes especies, instruirse sobre cada ecosistema y aprovechar positivamente recursos naturales ha sido esencial en el proceso de evolución.
Una jornada destinada a conocer y realizar labores del ámbito rural, una visita a un laboratorio o centro de ciencias y hábitos saludables como el senderismo fortalecen el interés, el conocimiento y la admiración respecto a la magia del medio ambiente y al equilibrio natural que se advierte en la Tierra.
Componentes de la inteligencia naturalista
Hay componentes de la inteligencia naturalista que son teóricos, centrados en saberes académicos, y otros que se adquieren a lo largo del tiempo y se potencian a través de múltiples experiencias.
Así, pues, a lo largo de la vida uno va incorporando datos propios de la zoología, la biología, la botánica, la ecología, la meteorología, la geología y otras áreas de estudio, mientras va descubriendo fenómenos, realidades y procesos desde la práctica.
La observación, la facilidad para distinguir organismos, la pericia a la hora de la identificación ya sea de hábitats u otras cuestiones y la experimentación son capacidades que posibilitan el desarrollo y la profundización de la inteligencia naturalista.
Estrategias para potenciar el vínculo con el medio ambiente
Para potenciar el vínculo con el medio ambiente existen estrategias que pueden adaptarse a personas de distintas edades y constituir, incluso, un plan turístico.
Los tours o las travesías que priorizan la contemplación de paisajes, categorizados dentro del llamado ecoturismo, son ideales para aquellos que desean maravillarse de cerca con la magia de la naturaleza dejando la menor huella negativa posible en el medio ambiente y las poblaciones locales. La preservación, la sostenibilidad y la responsabilidad son las bases que respaldan a esta modalidad que concibe a la biodiversidad, a las formaciones geológicas, a los hábitats, a la flora y a la fauna como valores en sí mismos, sin dejar afuera las expresiones culturales que exaltan la conexión entre personas y naturaleza.
Realizar actividades recreativas al aire libre (abundan las alternativas en tierra, agua y aire), hacer excursiones o paseos a museos y espacios de ciencia con la finalidad de apreciar desde fenómenos naturales hasta fósiles de dinosaurios son otras fuentes de aprendizaje al servicio de la inteligencia naturalista. También la lectura de bibliografía especializada de carácter científico ayuda a instruirse sobre taxonomía, cambio climático, biogeografía y redes tróficas, por enumerar algunas posibilidades.
Aplicaciones prácticas de la inteligencia naturalista
Las aplicaciones prácticas de la inteligencia naturalista se detectan en el universo académico (con docencia, educación, pedagogía y aprendizaje) y llegan hasta actividades económicas, pasatiempos, políticas para la conservación y el manejo de recursos naturales y filosofías de vida respetuosas con el entorno natural.
Aquellos que cultivan y despliegan al máximo la inteligencia naturalista sienten, por ejemplo, un gran compromiso con el cuidado del planeta. Adherirse activamente a la lucha contra el cambio climático y a campañas focalizadas en el respeto por la naturaleza puede ser una de sus acciones más notorias.
Los chicos, jóvenes y adultos que se dejan entusiasmar por la inteligencia naturalista manifiestan una intensa pasión por el cuidado de animales (por lo general, mascotas) y de plantas. Son capaces de invertir tiempo y dinero para rescatar y darle dignidad tanto a un perro o gato sin hogar como a otras especies que llegan a descubrir en situación de cautiverio (como ha ocurrido más de una vez con reptiles víctimas del tráfico ilegal de fauna) o deambulando por playas o la vía pública (ámbitos donde se han hallado y puesto a salvo desde pingüinos hasta ciervos).
La decisión de graduarse como veterinarios o biólogos, deleitarse en el propio hogar con tareas de jardinería y entretenerse viendo documentales sobre el reino animal son otros rasgos típicos de personas con una elevada sensibilidad medioambiental cuya inteligencia naturalista asciende a niveles altos.
La formación como guía naturalista y el impulso del ecoturismo también le imprimen a la inteligencia naturalista un rol relevante. En ese contexto entran en juego técnicas orientadas a la observación de aves y el reconocimiento y la valoración de flora y fauna nativas, por ejemplo.
Combinando inteligencia naturalista, tecnología, equipamientos apropiados y curiosidad, asimismo, se estimula y beneficia la investigación científica que apunta a dar respuesta a una enorme cantidad de interrogantes que todavía existen en torno a microorganismos, mamíferos, plantas, etc.