El concepto de lenguaje, que procede del vocablo occitano lenguatge, tiene varias acepciones. Puede aludir a la facultad de expresión y comunicación que tiene el ser humano; a un modo de expresarse; o a la lengua como un sistema de signos para comunicarse. Lo coloquial, por otra parte, es algo informal (es decir, que no presta atención a las formas).
La idea de lenguaje coloquial, por lo tanto, se emplea para hacer referencia a la manera de expresión que privilegia la fluidez y la espontaneidad por sobre las reglas de la lengua. Se trata del lenguaje que suele emplearse en el habla.
Características del lenguaje coloquial
En el lenguaje coloquial, los enunciados se arman de acuerdo a las necesidades comunicativas, más allá de un orden lógico. Es posible que estos enunciados aparezcan incompletos, que haya palabras que se repitan o se corten y que se realicen reelaboraciones en medio de la enunciación.
Otra característica del lenguaje coloquial es el uso de muletillas, jergas, refranes y metáforas. Sus rasgos específicos dependen de las circunstancias de tiempo y espacio, de la temática y del vínculo de los interlocutores.
El lenguaje coloquial suele usarse entre amigos y familiares. Cuando no hay confianza o existe una diferencia jerárquica, en cambio, se apela al lenguaje formal.
Un ejemplo
“¡Qué fresquete hace! Hay que tirarse el ropero encima para salir a la calle y no congelarse”, por ejemplo, es una expresión del lenguaje coloquial. Si el conductor de un noticiero de televisión quiere hacer mención a las condiciones meteorológicas, por el contrario, recurrirá a una expresión de mayor formalidad: “La temperatura no supera los 2 grados centígrados. Es imprescindible abrigarse antes de salir para no sufrir la inclemencia del tiempo”.
Claro que estos dos casos representan tan sólo algunos de los muchos puntos que podemos encontrar entre los dos extremos, la absoluta formalidad y la ausencia total de corrección en el lenguaje. La comunicación entre los seres vivos es uno de los fenómenos más complejos que descubrimos a lo largo de nuestra vida, ya que se da en muchas especies diferentes y, dentro de cada una, entre individuos de distintas clases y grados de conocimiento.
El lenguaje coloquial y las reglas
El lenguaje coloquial, también llamado lenguaje popular o habla cotidiana, es un arma de doble filo que suele acarrear más «desgracias» que beneficios. En primer lugar debemos detenernos a pensar por qué el ser humano les tiene tanto miedo a las reglas y las estructuras, siendo que vive inmerso en ellas por voluntad propia; no queremos ser esclavos de los diccionarios a la hora de hablar, pero lo somos de la empresa para la que trabajamos, de los proveedores de servicios y los fabricantes de nuestros productos favoritos, sin dejar de lado las autoridades de nuestro país.
Hablar bien requiere un esfuerzo, es cierto, pero a menos que deseemos olvidar para siempre las reglas, también lo requiere hablar mal «tan sólo en ciertas ocasiones». Es decir, ¿no sería más fácil y productivo practicar la buena comunicación todo el tiempo que simplemente hacerlo frente a nuestros superiores y luego alimentar una versión incorrecta y distorsionada de la misma en conversaciones coloquiales? Creemos que los errores graves son los más evidentes, como agregar una S al final de los verbos en la segunda persona singular del Pretérito del Indicativo, pero usar un tiempo incorrecto es igualmente preocupante.
En el lenguaje cotidiano no solemos preocuparnos tanto por los tiempos verbales; de hecho, usamos muy pocos, los que consideramos fundamentales, agrupando tantos tipos de pasado como sea posible en dos o tres, y pasando por alto todos los matices de sus diferentes usos. Con respecto al vocabulario, rechazamos aquellas palabras que consideramos «demasiado elevadas», por miedo a que nos miren mal nuestros amigos. En resumen, empobrecemos nuestra comunicación para dar lugar a una versión limitada y poco precisa de nuestro idioma.