Porfiriato es la denominación del régimen que encabezó Porfirio Díaz en México entre 1876 y 1911. Su mandato se inició a partir del triunfo militar que derrocó a Sebastián Lerdo de Tejada. Este presidente había sido reelecto a través de ciertas presiones, pero Díaz puso en marcha el denominado Plan de Tuxtepec y logró desbancarlo.
Cuando Lerdo de Tejada fue reelecto presidente, Díaz comenzó una rebelión militar contra él, aprovechando su renombre y su prestigio en los ámbitos político y militar de su país gracias a su participación en la Guerra de Reforma (un enfrentamiento entre liberales y conservadores que también se conoció con el nombre de la Guerra de los Tres Años y que se extendió desde 1857 hasta 1861) y a los efectos de la intervención francesa (un conflicto entre Francia y México entre 1862 y 1867 como consecuencia de la negación de este último a pagar la deuda externa).
Características del porfiriato
En las más de tres décadas en el poder, Díaz impulsó diversas medidas y reformas que modificaron la estructura de México y lograron una modernización. Durante el porfiriato se incrementó la inversión extranjera en el país, que permitieron el crecimiento de la agricultura, la minería y la infraestructura vial. Paralelamente a los proyectos impulsados con el capital extranjero, Díaz fomentó la industrialización local para promover el desarrollo económico. El porfiriato también fundó la Escuela Naval Militar, impulsó la marina mercante e instaló faros y puertos.
A nivel político, Díaz trabajó para alcanzar la estabilidad interna y lograr la paz. Su gobierno se esforzó por conseguir el reconocimiento de otras naciones, lográndolo en 1878 con los Estados Unidos, por ejemplo. Su búsqueda de pacificación interna incluyó también diversos cambios en el ejército.
Cultura, situación indígena y prensa en el periodo
La cultura mexicana, bajo el porfiriato, se desarrolló de manera notable. La literatura fue uno de los ámbitos de mayor crecimiento, a partir de la popularidad obtenida por autores como Luis G. Urbina, Manuel Payno y otros exponentes de la cultura porfiriana.
Es importante resaltar que, más allá de los avances logrados por el porfiriato, la contrapartida fue un incremento de la desigualdad entre las diferentes clases sociales e incluso entre etnias, ya que los pueblos indígenas fueron utilizados como mano de obra barata. En este sentido, Díaz ordenó la creación de zonas de explotación de aborígenes (en Yucatán y Valle Nacional, por ejemplo), y el trato que recibían era de explotación laboral y prácticamente esclavista.
La prensa libre también se vio afectada negativamente por el mandato de Díaz; algunas de las medidas que el porfiriato tomó para evitar que las noticias tocaran temas que no eran de su conveniencia fueron las torturas, el soborno y las desapariciones, tres elementos característicos de todo período de represión.
Represión y apoyo a la Iglesia católica en el porfiriato
Además del trato abusivo contra los indígenas y la represión al periodismo, el porfiriato trajo consigo otra serie de medidas injustas e invasivas que el Gobierno siempre justificó a través del positivismo, una doctrina que proponía «orden y progreso». De esta manera, la represión que Díaz ejerció sobre aquellos individuos que pedían una calidad de vida mejor o ejercían una oposición política se encontraba supuestamente justificada ya que gracias al «orden» (que consistía en silenciar a los manifestantes) de la paz porfiriana se daba paso al «progreso» (el crecimiento a nivel económico que se apreció durante esta era).
Es interesante señalar, por otro lado, que el porfiriato devolvió al clero la mayor parte del poder que le había sido arrebatado con la Guerra de los Tres Años y las Leyes de Reforma. Por ejemplo, los diezmos volvieron a ser regulares, lo que afectó a los sectores desposeídos, tanto en la ciudad como en las zonas rurales. En el campo, el clero recolectaba un alto porcentaje de semillas provenientes de los indígenas y los pequeños propietarios, y más tarde las vendía por menos dinero del que éstos pedían.
La Revolución mexicana
En 1910, luego de más de tres décadas en el poder, Díaz pretendió lograr una nueva reelección. Frente a esta situación, Francisco I. Madero llamó a una rebelión que logró poner fin al porfiriato.
Ese fue el comienzo de la Revolución mexicana, que triunfó cuando los rebeldes lograron ocupar Ciudad Juárez y Díaz renunció, exiliándose en Francia. Entonces asumió como presidente interino Francisco León de la Barra; luego, en 1911, se llevaron a cabo las elecciones y fue elegido el propio Madero.
Los choques entre Madero y otros referentes revolucionarios llevaron a un levantamiento encabezado por Pascual Orozco y Emiliano Zapata. Así se sucedieron los enfrentamientos y las luchas por el poder. Se considera que el 1 de diciembre de 1920, cuando Álvaro Obregón se convirtió en presidente, finalizó el periodo revolucionario.
Sobre Díaz, hay que decir que tras la Revolución mexicana se instaló en París, aunque se dedicó a recorrer Europa con su esposa. Mantuvo contacto con muchos líderes del Viejo Continente, como el rey Alfonso XIII de España y el emperador Guillermo II de Alemania.
Su fallecimiento se produjo el 2 de julio de 1915, a los 84 años. Sus restos reposan en el cementerio de Montparnasse.