Un radiotelescopio es un instrumento que se destina a la observación astronómica. Se trata de un elemento capaz de detectar cada onda de radio que proviene del cosmos, sirviendo entonces para el estudio del espectro electromagnético vinculado a objetos astronómicos ya que posibilita el análisis de la fracción de radiofrecuencia que emiten dichas entidades físicas. Asimismo, es útil para poder seguir el trayecto de un vuelo espacial no tripulado.
Este dispositivo, apto para ser utilizado tanto en horario diurno como en horas de la noche, tiene tres componentes clave: una gran antena parabólica, un receptor de radio de extrema sensibilidad y algún sistema de procesamiento de señales o datos.
Según se advierte al repasar los inicios del radiotelescopio, fue un ingeniero estadounidense llamado Grote Reber el primero en diseñar uno de estos productos, que estuvo terminado para el año 1937. Se suele considerar que el punto de partida de la radioastronomía fue la exploración del cielo que llevó a cabo ese norteamericano al cual se lo recuerda además como un astrónomo de categoría amateur y un radioaficionado entusiasta que, en 1944, presentó públicamente por primera vez un mapa de radio centrado en la Vía Láctea. Desde entonces, la construcción e instalación de radiotelescopios ha ido perfeccionándose gracias a mayores saberes técnicos y recursos. Aunque todavía queda mucho por lograr y descifrar, este instrumento ha logrado posicionarse como un elemento primordial para acumular avances en materia de astronomía.
Tipos de radiotelescopio
Al día de hoy es posible reconocer diversos modelos y tipos de radiotelescopios que se han ido desarrollando a lo largo de la historia en función de los conocimientos y la tecnología disponibles en cada época.
En líneas generales se distinguen los radiotelescopios de una sola antena, aquellos que presentan una apertura sintética y los llamados interferómetros astronómicos. Estos últimos son grupos de antenas individuales de radiotelescopios o telescopios que funcionan como un único elemento y se destinan a observar, a través de técnicas de interferometría, galaxias, nebulosas y estrellas.
En el último tramo de la década del ’50, por detallar un caso específico como referencia, el observatorio de Jodrell Bank vinculado a la Universidad de Manchster se caracterizó por tener el que, para ese entonces, estaba considerado como el más grande de los radiotelescopios de una sola antena que había en el planeta.
El radiotelescopio de Parkes, completado en la primera parte de los años ‘60, es otro equipo de historia interesante ya que está en un observatorio situado en suelo australiano que supo ser de mucha utilidad para la NASA, en especial, durante la misión del Apolo 11 con destino a la luna.
Al enumerar a los más relevantes de estos instrumentos no se puede dejar de aludir al radiotelescopio Murchison Widefield Array (MWA) mediante el cual se obtuvieron imágenes asombrosas del corazón de la Vía Láctea que llevaron a los investigadores a detectar restos de más de una veintena de estrellas masivas que, hacia el final de su existencia, terminaron explotando en supernovas. Otro trascendente es el radiotelescopio LOFAR que sobresale gracias al importante nivel de sensibilidad de las antenas distribuidas en múltiples estaciones.
El radiotelescopio de Arecibo (esencial para hacer valiosos hallazgos científicos y aportar datos a ambiciosos proyectos hasta que, en 2020, se dañó seriamente y obligó a reconvertirlo en un centro especializado en la enseñanza de tecnología y ciencia porque ya no es apto para misiones espaciales) y el radiotelescopio de FAST (elemento instalado en China notorio por sus dimensiones y porque su mantenimiento estará a cargo de robots, más allá de su detección de ráfagas de radio ultrarrápidas en estudio para establecer si son generadas por una estrella de neutrones, un agujero negro o si se trata de señales extraterrestres) también merecen menciones especiales.
Novedades y proyectos innovadores
Con frecuencia van surgiendo novedades y proyectos innovadores en relación a los radiotelescopios.
En 2024, según han ido revelando diferentes medios de comunicación, la Universidad de Concepción (UdeC) localizada en Chile comenzará a encargarse del control de uno de esos equipos. El ambicioso desafío se encuadra en el proyecto Leighton Chajnantor Telescope (LCT) que implica el traslado del material desde Hawái hasta suelo chileno. En esa misma nación, gracias a un pacto de colaboración entre la Universidad de Chile y el Observatorio Nacional de Japón, se producirán materiales tecnológicos destinados al Atacama Large Millimeter/submillimeter Array (ALMA) con el objetivo de profundizar saberes sobre discos protoplanetarios, formación estelar, etc.
Se espera, por otra parte, que a fines de esa misma temporada empiece a operar en la provincia argentina de San Juan el radiotelescopio Chino-Argentino (CART), que tendrá un diámetro de cuarenta metros y se aprovechará para el impulso de proyectos de carácter astrofísico y labores tanto de georreferenciación como de geodesia.
Mientras continúa la observación del cielo para ir recopilando cada vez más datos y se multiplican los proyectos de investigación astronómica, la NASA lleva tiempo trabajando en un enorme plan para emplazar en uno de los cráteres de la luna el que se imagina como el más grande de todos los radiotelescopios.