Un ratero es un delincuente que se dedica al hurto de elementos de escaso valor. Por lo general no recurre a la violencia ni apunta a obtener grandes botines, sino que aprovecha descuidos para apropiarse de pequeños bienes.
Por ejemplo: “Este pueblo es muy tranquilo, aunque hay que cuidarse de algunos rateros”, “Un ratero se llevó tres manzanas y dos peras de la verdulería”, “La policía atrapó a un ratero que le había robado el monedero a una anciana”.
El ratero, con su accionar, viola la ley. De todos modos, el castigo depende de cómo se enmarca su conducta ilícita en la legislación: según las características del hecho, puede tratarse de un hurto, un robo, un robo agravado, etc.
El diccionario de la Real Academia Española (RAE) indica que ratero, como adjetivo, puede calificar al animal que vuela a escasa altura, a ras de la superficie, o a aquel que se arrastra. En este sentido podemos hablar del ave ratera (que vuela cerca del suelo) y del águila ratera o águila ratonera (que suele alimentarse de roedores y otros mamíferos de tamaño chico).
En México, en tanto, se llama ratero al dispositivo que se utiliza para la caza de ratas. Se trata de una trampa cuya finalidad es capturar a estas alimañas.
Ratero, por otro lado, es uno de los nombres que recibe la especie vegetal Thymus zygis. También conocida como ajedrea, mejorana, tomillo aceitunero o tomillo salsero, suele emplearse en el ámbito gastronómico a modo de condimento.
Existe un producto que se conoce con el nombre de aceite de ratero, muy recomendado en todos los medios de comunicación por sus propiedades antisépticas para la prevención de contagios. Cabe señalar que también podemos encontrarlo como aceite de ladrones y aceite samaritano.
En pocas palabras, se trata de una poderosa fusión de cinco aceites esenciales, todas con propiedades del mismo tipo, que colaboran con los tratamientos naturales para prevenir la transmisión de hongos, bacterias y virus. Los aceites que se combinan para crear el de ratero son los siguientes: el de canela, el de romero, el de eucalipto, el de limón y el de clavos.
Más allá de los beneficios que nos pueda otorgar este aceite, una de las características más llamativas es su nombre. Para entender su origen debemos remontarnos al siglo XV, época en la que la peste bubónica se encontraba en pleno auge. Cuatro rateros franceses idearon la mezcla que dio origen a este poderoso aceite, para protegerse de las enfermedades que podían contagiarles sus víctimas. Las autoridades los capturaron, pero les ofrecieron reducirles la sentencia si compartían la fórmula, y así comenzó su divulgación.
El uso del aceite de ratero tiene varias indicaciones. En primer lugar, es importante no aplicarlo directamente sobre la piel antes de diluirlo, para lo cual se pueden usar ingredientes tales como el aceite de coco, el de almendra o el de oliva; nótese que algunas empresas lo diluyen antes de venderlo, por lo cual deberíamos comprobar este dato antes de proceder por nuestra cuenta. De ser necesario, basta con añadir entre diez y doce gotas del aceite de ratero en 1 onza de la que hayamos escogido.
Por lo general se aplica sobre las manos, las sienes y detrás de las orejas. También es posible usarlo en un difusor, pero en este caso el requisito es que no haya sido diluido. Otra práctica común es inhalarlo directamente de la botella o de un paño previamente humedecido con algunas gotas. Sobra decir que no ser aconseja ingerirlo.
El concepto, finalmente, aparece en los títulos de obras artísticas como las películas mexicanas “Nosotros los rateros” y “Ratero” y la novela de William Faulkner “Los rateros” (“The Reivers. A Reminiscence” en su idioma original).