Restregar es un verbo que se refiere a refregar, rozar o friccionar con insistencia algo contra otra cosa. Por ejemplo: “Para que el lavado de manos sea adecuado, los médicos recomiendan restregar las manos con el jabón bajo el agua durante al menos un minuto”, “Cuando me quité la camiseta, se la iba a restregar en la cara al entrenador, pero luego me contuve”, “Me duele la espalda de tanto estar agachado para restregar el suelo”.
La noción de restregar puede emplearse de modo físico o simbólico. Cuando la palabra se refiere a la acción física, puede vincularse a un rozamiento o a frotar algo. Para quitar una mancha de una camisa, una persona puede restregar la prenda con jabón o detergente. Por otra parte, una persona que sufre una picadura, puede restregarse la zona en la que se encuentra el prurito con la intención de aliviarse, aunque dicha práctica pueda resultar perjudicial o provocarle una lastimadura.
Restregar en sentido simbólico
En sentido simbólico, restregar suele asociarse a echar en cara o hacer notar algo a otra persona con la intención de burlarse de ella o molestarla. Un futbolista despedido de un equipo y contratado por otro puede restregar luego sus nuevos logros al conjunto anterior. Esta acción puede desarrollarse de distintas maneras: con declaraciones públicas contra el entrenador previo, gritando un gol ante los directivos, etc.
Este tipo de actitudes no agradan a quienes deben soportarlas, ya que se trata de un acto que tiene como intención hacer que los demás sepan que se encuentran en una situación inferior, ya sea a nivel económico, profesional o intelectual, entre otros muchos casos. Por lo general, las personas que restriegan sus pertenencias y logros a quienes las rodean sienten una profunda inseguridad en ellas mismas, y por eso tienen la necesidad de que todos vean algún aspecto positivo que las represente.
Para llegar a sentir la necesidad de restregar sus éxitos en la cara de los demás, un individuo debe pasar por una serie de experiencias que lo marquen negativamente, una carencia afectiva y emocional durante sus años más preciados que lo lleven a pensar que no vale lo suficiente, que no puede enorgullecer a otro o conseguir su amor. Lamentablemente, este proceder sólo cosecha odio y envidia, justo lo contrario a lo que busca la persona, y exactamente lo que creía que los demás sentían por ella desde el principio.
Una reiteración
Restregar un tema a otro sujeto, por otra parte, consiste en reiterarle ciertas cuestiones para que las tenga presentes. Un compañero de trabajo puede restregarle a otro que lo salvó con el jefe en varias oportunidades: así se sentirá habilitado a pedirle un favor.
Dependiendo del tipo de relación y del momento en el que se lleve a cabo este constante «recordatorio», la otra persona puede ofenderse a diversos niveles, que van desde un simple enfado hasta una pelea grave y definitiva. Cuando le hacemos un favor a alguien, lo ideal es que no esperemos nada a cambio más allá de la satisfacción del otro. Es más sano para ambas partes que los gestos de generosidad se realicen de forma espontánea y sincera, como resultado de comprender las necesidades ajenas y del deseo profundo de compartir nuestras oportunidades y nuestros recursos.
Cuando una persona le da una mano a otra y luego le restriega el favor periódicamente, no hace otra cosa que expresar su descontento por haberse esforzado, o bien su frustración ante no haber recibido una recompensa. Dado que nadie está obligado a ayudar a los demás, un buen consejo es sólo hacerlo si realmente lo deseamos de manera altruista, y no como una transacción que luego espera un pago.