Salvación es un término de nuestra lengua que tiene su origen etimológico en el vocablo latino salvatĭo. Se trata del acto y el resultado de salvar o de salvarse. Este verbo, por su parte, refiere a ubicar algo o a alguien a resguardo; a evadir un riesgo; a excluir una cosa de lo que se hace con otra; o, en el plano de la religión, a acceder a la gloria divina.
Por ejemplo: «Con el triunfo de Deportivo San Lucas, la salvación del equipo local ya no será posible: el año próximo, tendrá que jugar en la Segunda División», «Los bomberos trabajaron durante toda la noche para la salvación del inmueble», «Deberías cambiar tu modo de vida si aspiras a la salvación de tu alma».
Qué es la salvación
La salvación puede asociarse a escapar de un peligro, ya sea real o simbólico. Cuando una persona logra rescatar a un niño que está atrapado en medio de una inundación, dicha acción constituirá la salvación del menor.
Por otra parte, si un tenista está perdiendo un partido que se suspende por lluvia y luego, tras la reanudación, consigue dar vuelta el encuentro, podría decirse que la interrupción del encuentro fue su salvación.
El término en el catolicismo
En un contexto religioso, la salvación se vincula a liberar el alma de un eventual castigo perpetuo que llegaría después de la muerte. Para el catolicismo, la salvación consiste en liberarse del pecado para alcanzar la vida eterna junto a Dios.
Por lo general, la salvación se asocia a acceder al Reino de los Cielos, algo que implica evitar el Infierno. Es normal que las personas religiosas se pregunten qué deben hacer para acceder a la salvación, especialmente cuando descubren en su interior su amor por Dios y sienten una necesidad genuina de estar a su lado cuando se termine su paso por la Tierra.
Todo comenzó en el jardín del Edén, cuando Adán y Eva no hicieron caso de las órdenes de Dios. De este modo, perdieron el derecho a alimentarse del árbol de la vida, gracias al cual habrían podido vivir eternamente. Dios los expulsó del Edén, anulando la posibilidad de tener la relación que deseaba con sus hijos, ya que haber caído en pecado los volvía impuros e indignos de estar en su presencia.
Cuando el ser humano se aleja de Dios crea sus propias reglas, erige sus propias estructuras y va detrás de planes generalmente materialistas. Sin embargo, como Dios lo creó para vivir en comunión con él, el hombre no puede escapar de la necesidad de regresar a su lado; una insatisfacción lo acompaña en su interior y sólo puede saciarla si se acerca de nuevo a su Padre.
La búsqueda de la salvación
A menudo los sacerdotes se encuentran con la siguiente pregunta por parte de los fieles: ¿cuáles son los pasos que debo seguir para alcanzar la salvación? Como es de esperarse, no existe un manual de instrucciones que podamos seguir de forma infalible para que Dios nos reciba a su lado. En primer lugar, es necesario entender que se trata de un camino que debemos recorrer a lo largo de toda nuestra vida, y no de una misión que podamos resolver en unas horas o en un par de días antes de nuestra muerte.
Esto no quiere decir que Dios no haya dejado y no continúe dejando pistas, mensajes que nos ayuden a entender su voluntad, lo que desea que hagamos con las oportunidades que nos brindó al permitirnos nacer en la Tierra. En primer lugar se encuentra la Biblia, donde se presenta un gran número de historias contadas por el propio Jesús, de las cuales podemos aprender a convertirnos en personas de bien. Por otro lado, también existen los siete sacramentos, entre ellos la confesión, que nos dan la posibilidad de encaminar nuestra vida hacia el Reino de los Cielos.