Surfactante es un término que deriva de surfactant, un vocablo inglés. Éste, a su vez, es un acrónimo formado a partir de la expresión surface active agent (que puede traducirse como “agente activo de superficie”).
Un surfactante es un elemento que actúa como detergente, emulsionante o humectante y que permite reducir la tensión superficial que existe en un fluido. Por lo general se trata de sustancias que ejercen influencia en la zona de contacto que se crea entre dos fases.
Cabe destacar que la tensión superficial refiere al nivel de energía que se necesita para que un líquido incremente su superficie por unidad de área. Esto quiere decir que hay una resistencia en el líquido a incrementar la superficie.
Composición de un surfactante
Los surfactantes, que también se denominan tensioactivos o tensoactivos, se componen de partes hidrófobas (que rechazan el agua) y partes hidrófilas (que son solubles en agua). De este modo, cuando el surfactante se vincula al agua, las moléculas del primer grupo quedan en el nivel superficial, mientras que las hidrófilas se sumergen. Esto hace que se formen burbujas, por ejemplo.
Debido a estas características, los detergentes sirven para el lavado de ciertos objetos. Estos surfactantes, cuando entran en contacto con agua, desencadenan diversos fenómenos que permiten generar espuma y arrastrar la grasa y otras sustancias adheridas a aquello que se desea lavar.
Una sustancia presente en los pulmones
Se conoce como surfactante pulmonar, por último, a una sustancia que se halla en los alvéolos de los pulmones y que contribuye a minimizar la tensión superficial alveolar. Este surfactante se compone de proteínas, lípidos neutrales, fosfolípidos y otras sustancias.
De sus componentes, el 80% son fosfolípidos, y en este grupo predomina la dipalmitoilfosfatidilcolina (conocida simplemente como DPPC o factor surfactante), la cual es producida por las células neumocito tipo II, que están presentes en el epitelio alveolar y tienen forma de cubo. Si bien la DPPC es capaz de reducir la tensión superficial alveolar por sí sola, el resto de los componentes antes mencionados cumplen funciones también necesarias, como ser incrementar la inmunidad a los patógenos que ingresan por medio de la inhalación.
Así como se explica en párrafos anteriores, el surfactante pulmonar también es un tensoactivo, o sea que al entrar en contacto con el agua sufre una modificación en su tensión superficial. Cuando se segrega el surfactante pulmonar, se convierte en una película delgada que entra en contacto con el aire y se extiende sobre la totalidad del epitelio alveolar.
Además de disminuir la tensión que se da en los alvéolos a lo largo del proceso respiratorio (más específicamente durante la exhalación), el surfactante pulmonar también ofrece una acción inmunológica ante los virus y las bacterias que ingresan junto con el aire, para evitar que vayan más allá de los capilares y comiencen a invadir el torrente sanguíneo; si no fuera por esta sustancia, tanto los pulmones como otros órganos estarían muy expuestos a diversas enfermedades infecciosas.
Varias hormonas y otras sustancias de nuestro cuerpo, como ser la prolactina, la tiroxina, los glucocorticoides y el estradiol, se encargan de estimular la generación de surfactante pulmonar. Por otro lado, también existen otras que realizan la acción opuesta, o sea, inhiben su producción, y entre ellas encontramos los andrógenos y la insulina.
La función de los pulmones depende en gran medida de la cantidad que posea de surfactante, así como de su calidad, ya que niveles deficientes o ciertos defectos en su composición pueden derivar en considerables alteraciones, como ser la enfermedad de la membrana hialina, que afecta a los bebés recién nacidos prematuros, dificultándoles considerablemente el trabajo necesario para respirar y poniendo en riesgo su vida.