El vocablo latino végétarien llegó a nuestro idioma como vegetariano. Se trata de un adjetivo que refiere a aquello vinculado al vegetarianismo o a aquel que es adepto a esta doctrina alimenticia.
El vegetarianismo consiste en no ingerir carnes de ningún tipo (de vaca, cerdo, pollo, pescado, etc.): por lo tanto, limita la alimentación a comidas de origen vegetal. Los individuos vegetarianos, además, suelen proteger a los animales en otros contextos (por ejemplo, rechazando el uso de pieles y cueros para la fabricación de ropa).
Los historiadores afirman que el vegetarianismo ya existía varios siglos antes de Cristo. Muchas personas, por entonces, eran vegetarianas ya que adherían a los postulados de filósofos y religiosos que condenaban todas las clases de violencia, incluyendo aquellas que provocan la muerte de los animales para convertirlos en objetos de consumo.
Después de un tiempo en el que perdió popularidad, el vegetarianismo volvió a resurgir en el siglo XIX. En la actualidad, existen varias ramas del vegetarianismo de acuerdo a qué tan estricta es la dieta.
En general, se le dice vegetariano u ovolactovegetariano a quien no come carnes, pero sí productos derivados de los animales, como huevos, leche y miel. Otras personas son vegetarianas pero rechazan el consumo de huevos (se las denomina lactovegetarianas), mientras que algunas consumen huevos pero no lácteos (ovovegetarianas). Los veganos, en cambio, no ingieren nada que provenga de los animales, ya sea carne, leche, huevos o cualquier otro producto.
Muchos sujetos se vuelven vegetarianos por motivos éticos, al considerar que está mal matar animales para consumirlos. Otros aluden razones de salud, motivos religiosos o cuestiones ecológicas.
La vida del vegetariano que ha escogido no colaborar con ninguna clase de explotación animal es una constante contradicción entre el profundo placer de no hacer daño a nadie para alimentarse y la dificultad para encontrar productos alimenticios a precios tan accesibles como los de origen animal. Dados los numerosos intereses de la industria ganadera, entre otras, los vegetarianos estrictos deben luchar por organizar su alimentación de manera que no sea necesario cobrar cuatro salarios para afrontarla.
Al entrar en cualquier supermercado de las principales cadenas, lo normal es verse abrumado por estanterías repletas de productos de origen animal, algo que para la mayoría de las personas es completamente aceptable, pero que representa un cuadro lamentable para un vegetariano: bandejas con restos de animales muertos, troceados como si de pasteles se tratara, decenas de variedades de leche vacuna, un sinfín de quesos y tipos de fiambre, sin dejar de lado galletas y artículos de panadería que incluyen huevo y leche.
En otras palabras, un gran porcentaje de los productos de un supermercado normal incluye ingredientes de origen animal, por lo cual los vegetarianos tienen dos opciones: la de los menos adinerados, que es comprar los ingredientes básicos para elaborar casi todos sus platos de forma casera; dirigirse a tiendas especializadas y gastar fortunas para adquirir pequeñas raciones de alimentos industriales.
Es importante señalar que el vegetarianismo lejos se encuentra de una dieta basada en ensaladas frías: desde tortilla de patatas hasta pizzas, empanadas y pasteles, es posible preparar un gran número de platos calientes sin necesidad de usar ningún producto de origen animal. Esto no lo saben muchas personas, ya que a la industria de la carne no le conviene que conozcan las delicias que podrían saborear si se negaran a continuar apoyando el maltrato y la violencia a seres inocentes.
Una de las cuestiones más absurdas que debe soportar un vegetariano, además de la guerra silenciosa antes mencionada que los opone a los ganaderos, es ser acusados de intolerantes por querer que los demás imiten su conducta: ¿puede ser realmente intolerante alguien que se opone a la violencia y a la injusticia?
