Las aguas termales son aguas con una elevada cantidad de minerales que brotan del suelo de manera natural y a una temperatura que supera en 5°C la temperatura registrada en la superficie. Dichas aguas tienen su origen en los estratos subterráneos del planeta y por eso son cálidas, algo que las diferencia del agua del mar o de los ríos.
Muchas veces las aguas termales se ubican en la zona de fallas geológicas: por estas fallas penetran las aguas subterráneas que, al alcanzar mayor profundidad, se calientan. Luego regresan a zonas superficiales ya más calientes o incluso a modo de vapor.
Tipos de aguas termales
De acuerdo a los minerales que incluyen, las aguas termales pueden clasificarse de distinto modo. En este sentido puede hablarse de aguas sulfuradas (con elevado índice de azufre), aguas cloruradas (que incluyen cloro) y aguas ferruginosas (tienen hierro), entre otras.
En cuanto a su temperatura, existen las aguas supertermales (que están a más de 100°C), aguas hipertermales (entre 45°C y 100°C), aguas mesotermales (de 35°C a 45°C), aguas hipotermales (entre 20°C y 35°C) y otras.
Propiedades terapéuticas
La mineralización del agua y su temperatura hacen que las aguas termales sean consideradas terapéuticas. Muchos especialistas aseguran que bañarse en aguas termales ayuda a minimizar diversas dolencias y permite combatir el estrés. Por eso es frecuente que se construyan centros turísticos en torno a las fuentes de aguas termales, con hoteles, restaurantes, etc.
Argentina, Colombia, Ecuador, España, Estados Unidos, México y Uruguay son algunos de los países que cuentan con complejos de aguas termales.
Beneficios de las aguas termales
Como se menciona más arriba, las aguas termales son famosas por los beneficios que puede otorgarnos en el cuidado de nuestra salud, tanto para prevenir diferentes trastornos como para tratar otros. Sin embargo, a pesar de las muchas ventajas que pueda tener bañarnos en ellas, es importante saber que el exceso o las prácticas inadecuadas pueden tener consecuencias negativas, como ser bajadas de tensión y mareos.
Con respecto a la formas en las que se usan las aguas termales para aprovechar sus propiedades sanadoras, los baños son la más normal, aunque también se utilizan para calefaccionar ambientes, se pueden inhalar e irrigar. Es importante mencionar que la curación de enfermedades con ayuda de estas aguas no es algo propio de nuestra época: ya desde el 2000 a. C. existen evidencias de su uso por parte de civilizaciones antiguas con este y otros fines, como ser fomentar las relaciones sociales.
Sus efectos
Los efectos que las aguas termales causan en el cuerpo del ser humano pueden dividirse en tres grupos, aunque todos tienen lugar de forma simultánea: biológicos, químicos y físicos. Bañarse en ellas incrementa la temperatura del cuerpo, elimina virus y gérmenes, aumenta la presión hidrostática, la oxigenación y la circulación de la sangre, con lo que promueve la disolución y la eliminación de las toxinas.
Al aumentar la oxigenación también provoca que los tejidos se alimenten de forma más eficiente, colabora con el metabolismo y estimula las secreciones del hígado y del estómago, con la consecuente mejora del proceso digestivo.
Repetir los baños en aguas termales a lo largo de varias semanas puede resultar en la normalización de las funciones endócrinas y del rendimiento general del sistema nervioso. Por otro lado, se sabe que el sistema inmune también percibe beneficios, como ser una mayor producción de endorfinas, la regularización de las funciones glandulares y una relajación mental ideal para afrontar las dificultades propias de la vida adulta.
Con ayuda de baños periódicos en aguas termales, sobre todo en aquellas que contienen azufre, es posible combatir ciertas enfermedades de la piel, entre las que se encuentran los hongos, la dermatitis y la psoriasis. La curación de heridas y de otras lesiones en la piel también se potencia gracias a estos tratamientos.