Se denomina hijo al ser humano o al animal respecto de sus progenitores. Hijo, por lo tanto, es el descendiente de los padres. Dicho vínculo de paternidad puede surgir por la procreación biológica o a través de la adopción.
La idea de hijo también puede aludir a un individuo respecto de su nación, su provincia, su región o su ciudad. Aquel que nació en el territorio español, por citar un caso, es hijo de España.
El adjetivo pródigo, por otra parte, tiene varios usos. Puede referirse al sujeto que desperdicia el dinero, que es dadivoso o que desprecia las cosas estimables. Algo pródigo también es aquello que produce mucho de algún elemento.
El concepto de hijo pródigo
Partiendo de todas estas definiciones, podemos comprender a qué hace mención el concepto de hijo pródigo. Esta expresión suele emplearse para nombrar al hijo que, tras alejarse del hogar de sus padres con la intención de independizarse, termina regresando.
Por ejemplo: “Claudio se quedó sin empleo y tuvo que volver a casa, así que estamos conviviendo nuevamente con el hijo pródigo”, “No quiero ser el hijo pródigo que regresa con sus padres ante el primer contratiempo”, “¿Cómo anda el hijo pródigo, de vuelta con sus papás?”.
Aquel que triunfó afuera y regresó a su origen
En el lenguaje coloquial, se suele mencionar como hijo pródigo a quien, luego de triunfar en el exterior o en un sitio diferente al propio, retorna a su lugar de origen.
El basquetbolista LeBron James es un ejemplo de hijo pródigo: jugó sus primeras siete temporadas en la NBA en Cleveland Cavaliers, luego se sumó a Miami Heat por cuatro campeonatos (consagrándose campeón en dos oportunidades) y finalmente volvió a Cleveland en lo que fue calificado por la prensa como el “regreso del hijo pródigo”.
Parábola del Hijo Pródigo
La parábola del Hijo Pródigo, por último, es un texto presente en el Evangelio de Lucas. La historia narra la vivencia de un hijo que se aleja de su padre y, tras malgastar su fortuna, regresa pidiendo perdón y es aceptado nuevamente con felicidad por su progenitor.
Se considera que el uso de la expresión hijo pródigo en nuestra lengua surgió de dicha parábola, presente en el capítulo 15, entre los versículos 11 y 32, en el Evangelio de Lucas del Nuevo Testamento. Cabe mencionar que forma parte de la trilogía denominada tradicionalmente parábolas de la misericordia o de la alegría, precisamente porque el mensaje que a través de ellas da Jesús de Nazaret se caracteriza por la misericordia. Tan importantes son estas tres parábolas que algunos las consideran «el corazón del tercer evangelio«.
Esta parábola se puede interpretar de varias maneras. Por un lado, están quienes la toman como una suerte de advertencia a los fieles que se alejan de su fe, de que tarde o temprano se verán con las manos vacías y su única opción será volver al camino correcto. Esta forma de ver la historia del hijo pródigo no es muy esperanzadora sino que parece cerrarla a un ciclo del que resulta imposible escapar, como si creyéramos que la sociedad no puede avanzar por medio de los cambios.
Por otro lado, también es posible pensar que la figura del padre no es negativa ni cerrada a las decisiones de su hijo, sino que es éste último quien se equivoca y regresa a su lado para pedirle ayuda. Es importante entender que el error del hijo pródigo no es abandonar el hogar paterno sino en todo caso no continuar intentando sostenerse por sus propios medios una vez que desperdicia sus primeras oportunidades. Un análisis profundo, objetivo e imparcial no nos lleva a reconocer dos roles polares, uno del «bueno» y otro del «malo», sino dos posturas diferentes.