Con origen etimológico en el vocablo del latín tardío molīnum, un molino es una máquina que se emplea para la molienda. Su funcionamiento se basa en el movimiento generado por el viento, el agua u otra fuerza motriz.
Los molinos, por lo tanto, son artefactos que se usan para moler: es decir, para convertir un cuerpo en polvo o exprimirlo. Los primeros molinos surgieron en la Prehistoria y se accionaban de forma manual.
Tubérculos, semillas y cereales pueden molerse con un molino, que dispone de los elementos y los mecanismos necesarios para cumplir con su función. Aunque existen diferentes tipos de molinos, a nivel general puede decirse que cuentan con una solera (una piedra fija) sobre la cual se desplaza la muela (otro disco de piedra, pero más pequeño). Aquello que se desea moler se coloca entre solera y la muela y luego se hace girar la muela con rapidez.
Para darles movimiento a las muelas se solía apelar al agua (molino de agua o hidráulico), al viento (molino de viento) o incluso a la fuerza generada por animales (molino de sangre). Los molinos más pequeños o molinillos, en tanto, pueden activarse con la mano, como en el caso de algunos dispositivos domésticos que se usan para moler café.
Hoy en día también existen los molinos con motores que, haciendo uso de la energía química (combustión) o de la energía eléctrica, producen el movimiento requerido para lograr la molienda.
Con respecto a la historia de los molinos, sabemos que los primeros eran manuales y su aplicación era la molienda de diversas clases de tubérculos. En el Neolítico, el segundo y último período de la Edad de Piedra, su uso se extendió especialmente, dado que la economía se centró en la agricultura. Si bien en aquel entonces las semillas que recogían los trabajadores, como ser castañas y bellotas, los cereales y las gramíneas se convirtieron en los productos más importantes.
El desarrollo del trigo, es decir, de los cereales silvestres o cultivados, tuvo lugar aproximadamente entre los siglos X y VIII a. C., en Oriente Próximo y Anatolia. Se cree que la molienda de trigo para la producción de harina comenzó haciendo uso de morteros y majaderos, o bien usando dos rocas planas para machacarlo. Y es precisamente este último método, de apariencia precaria, que probablemente llevó a la creación de los molinos de tracción a sangre, de los cuales se habla en documentos muy antiguos.
Uno de los tipos de molino menos conocidos es el flotante, que también se conoce como barco molino, molino de nave o bote molino. Se trata de un molino hidráulico, o sea que hace uso de la fuerza del agua de mareas o ríos, y se compone de una rueda de aceña que se coloca en la parte lateral de una o dos barcas para que las corrientes la hagan girar.
Su creación tuvo lugar en Italia, a mediados del siglo VI y se menciona en la Encyclopédie Diderot, publicada en el año 1751. Hacia finales del siglo XIX su uso se volvió cada vez menos popular; sin embargo, fue recién en el siglo XX que desaparecieron completamente.
El molino de pisón, por otra parte, no se usa para moler sino para aplastar el material en el ámbito de la minería. También se conoce como batería de pilones y sirve para procesar y extraer los minerales metálicos. Se compone de un grupo de pisones de acero sostenidos por un marco, que se mueven de forma cíclica hacia arriba y abajo.
Molino, por último, es un término que aparece en apellidos (Francesco Molino, Sergio del Molino) y lugares (Molino de la Hoz, Molino de Escartín).
