Una alfombra es un producto textil que se utiliza para la cobertura del piso o de una escalera. Se trata de un tejido que puede confeccionarse con diferentes materiales y que puede presentar diversos diagramas o dibujos.
Por ejemplo: “Ten cuidado con las galletas, no quiero que quede la alfombra llena de migas”, “Cuando era chica, en mi habitación tenía una alfombra con los personajes de Disney”, “Ayer compramos una nueva alfombra para el dormitorio”.
Las alfombras -término procedente de la lengua árabe- se emplean con fines ornamentales y para aportar calidez. Surgieron en las naciones árabes y, con las Cruzadas, llegaron a Europa. A partir del siglo XVIII empezaron a popularizarse en los países occidentales.
Tipos de alfombras
Existen alfombras de todos los tamaños. Las más pequeñas, conocidas como tapetes, tienen sus orígenes en las alfombras que empleaban los pueblos nómadas y que, por lo tanto, se trasladaban con facilidad de un sitio a otro. Las alfombras más grandes, en cambio, están diseñadas para instalarse de manera fija sobre el piso de un ambiente (un dormitorio, una sala de estar, una recepción, etc.).
Se conoce como alfombra persa a aquella originaria de la región que antiguamente se denominaba Persia. Estas alfombras son un elemento importante de la cultura y el arte de Oriente.
La alfombra voladora o alfombra mágica, por otra parte, es una pieza textil de fantasía que aparece en leyendas y cuentos como medio de transporte: las personas se sitúan sobre la alfombra y ésta levanta vuelo a la manera de una aeronave.
Cómo limpiarla y mantenerla
Si bien la alfombra es un elemento decorativo muy usado para dar un toque cálido y colorido a los diferentes ambientes de la casa, así como para enfatizar el carácter corporativo de una oficina, puede convertirse en una pesadilla para la persona encargada de limpiarla y mantenerla, especialmente cuando se producen manchas de bebidas o alimentos difíciles de eliminar.
Veamos uno de los métodos caseros para limpiar cualquier tipo de alfombra sin necesidad de recurrir a productos caros, y que puede llevarse a cabo en poco tiempo. Se trata de un truco que sirve para quitar malos olores, eliminar manchas y gérmenes, que podemos usar como parte de la rutina de limpieza general de la casa o la oficina. Los elementos necesarios son amoniaco, agua tibia, un cepillo y un pulverizador.
En primer lugar debemos calentar un litro de agua hasta que se entibie; es importante no permitir que alcance el hervor. Luego añadimos unos 100 ml de amoniaco, mezclamos bien todo y lo vertemos en el recipiente del pulverizador. Ya tenemos un producto casero y fácil de hacer, con el cual podemos fregar cualquier tipo de alfombra. Una vez aplicado, no es necesario secar la superficie con calor, sino que basta con abrir las ventanas y dejar que la naturaleza haga su trabajo.
Claro que todos los casos no son tan sencillos. Hay alfombras que huelen especialmente mal, quizás por ser muy añejas o por nunca haber sido tratadas como es debido; siempre que sea posible enrollarlas, podemos recurrir a otro truco casero. Para ello necesitaremos tan sólo una cantidad de sal fina suficiente como para esparcirla por la alfombra.
Una vez hecho esto, llega el momento de enrollarla lentamente, asegurándose de que no quede mucho espacio entre vuelta y vuelta, para que la sal no se caiga y pueda absorber los malos olores, la humedad y alguna que otra mancha. Después de dejarla durante al menos un día entero, sólo queda desenrollar la alfombra y usar la aspiradora para retirar toda la sal.
Si la alfombra está adherida al piso, también podemos aprovechar este consejo, aunque ante la imposibilidad de enrollarla deberemos presionar suave y pacientemente la sal contra la superficie antes de dejarla actuar.