El vocablo latino cepulla llegó a nuestra lengua como cebolla. El término alude a una planta de huerta que pertenece al grupo familiar de las liliáceas y se caracteriza por desarrollar un bulbo compuesto por capas sucesivas que es comestible.
Por lo general el concepto de cebolla hace referencia a la planta cuyo nombre científico es Allium cepa, aunque existen varios tipos de cebolla que se emplean de diversos modos en la cocina.
Las células que forman el bulbo comestible de la cebolla son ovaladas y se unen entre sí gracias a una sustancia denominada péptico que confiere firmeza a la estructura. Cuando la cebolla es cortada y las células se rompen, la combinación entre aminoácidos y ciertas enzimas genera sulfóxido de tiopropanal. Este elemento provoca irritación en la nariz y en los ojos: por eso se dice que la cebolla hace que los seres humanos lloren.
La cebolla tiene un sabor algo picante y un aroma muy intenso y característico. Su ingesta contribuye a combatir los efectos del reumatismo, a prevenir la osteoporosis y las infecciones y a proteger el sistema cardiovascular. Esto se debe que cuenta con potasio, calcio, silicio y fósforo, entre otros nutrientes.
Con respecto a la circulación, la cebolla disminuye las probabilidades de que se formen coágulos en la sangre, y sirve para complementar tratamientos contra la angina de pecho, la hipertensión, el colesterol y la arteriosclerosis, entre otros trastornos relacionados con la mala circulación sanguínea.
Otra de las propiedades de la cebolla la convierte en un perfecto diurético, muy adecuado para eliminar los líquidos del cuerpo y favorecer la recuperación de edemas, hidropesía, gota y reumatismo.
Su acción bactericida también es muy apreciada, ya que gracias a su contenido en azufre es uno de los mejores productos naturales para luchar contra infecciones de los aparatos respiratorio y digestivo, como ser faringitis, bronquitis, gripe y diarrea. Esto la asemeja mucho al ajo, otro de los alimentos más recomendados para cuidar la salud.
Para las personas con problemas digestivos, la cebolla también una buena opción ya que estimula el páncreas, la vesícula y el hígado; sin embargo, es importante evitarla en casos de acidez estomacal (hiperclorhidria), o en general si tenemos un estómago demasiado sensible. Hay personas que no toleran la cebolla, en especial si está cruda, y de nada sirve que se obliguen a ingerirla ya que puede causarles malestar.
Si tomamos en cuenta el sabor, tan característico, de la cebolla y el efecto que causa en las mucosas, es entendible que no sea el ingrediente favorito de todo el mundo. Se trata de una planta que divide a los comensales en dos grupos bastante opuestos: están quienes no pueden ni olerla, pero también quienes la adoran en todas sus preparaciones.
Existen múltiples recetas que se elaboran con cebolla. En ensaladas, por ejemplo, la cebolla se consume cruda. También puede cocerse al horno para acompañar carnes. Los aros de cebolla, por otra parte, son anillos que se rebozan con harina y se fríen en aceite, mientras que la sopa de cebolla es popular en muchos países.
No debemos olvidar el que para muchos es el plato más popular del planeta: la pizza. ¿Qué sería de la pizza sin la cebolla? Es aquí donde esta planta se puede lucir en casi todas sus formas, ya sea cruda y cortada en grandes rodajas, como parte de una salsa de tomate (previamente troceada en pequeños cubitos), en tiras asadas e incluso empanadas, ya que esta famosa receta italiana acepta cualquier combinación de ingredientes sobre su base.
Entre los tipos de cebolla, se puede mencionar la cebolla morada, roja o colorada; la cebolla de verdeo, cebollín, cebollina, cebolleta o puerro; el echalote; y la cebolla de hoja.