Guerra es un término que proviene del germánico werra, que puede traducirse como “pelea”. Dicho vocablo, a su vez, mantiene vínculos etimológicos con el neerlandés medio warre y el alto alemán antiguo wërra.
La idea de guerra alude a un enfrentamiento armado entre dos o más países. También puede referirse a un conflicto bélico entre grupos de una misma nación.
Se conoce como Guerra Cristera a una lucha que tuvo lugar en el territorio mexicano entre 1926 y 1929. La pugna se desató a partir de la Ley de Tolerancia de Cultos sancionada por el gobierno de México y rechazada por grupos católicos.
Orígenes de la Guerra Cristera
En el marco de la Revolución mexicana (1910–1917), empezó a forjarse un movimiento anticlerical que derivó en acciones de distinta índole y cuya intensidad tuvo variaciones. Con Plutarco Elías Calles como presidente (1924–1928), la oposición a la Iglesia católica desde las esferas gubernamentales se acrecentó.
En este marco, Calles impulsó cambios en el Código Penal para garantizar el cumplimiento de la Constitución mexicana de 1917, donde se fijaba un cierto control estatal de la Iglesia. Así surgió la Ley de Tolerancia de Cultos, también llamada Ley Calles, que se sancionó el 14 de junio de 1926.
Esta normativa facultaba a los gobernadores a establecer requisitos y condiciones para el desarrollo del sacerdocio, por ejemplo. La decisión pronto generó el rechazo de la Iglesia y de las comunidades católicas en general.
Su desarrollo
En un primer momento, los grupos católicos organizaron un boicot contra el gobierno, llamando a no abonar los impuestos, no adquirir billetes de la Lotería Nacional y limitar la compra de gasolina, entre otras medidas. Dicha campaña afectó el desarrollo económico y llevó a una radicalización de las posiciones.
En este contexto, con el objetivo de derogar la Ley Calles, comenzaron a formarse milicias armadas que se reunían bajo la consigna “¡Viva Cristo Rey!”. A estos milicianos y a sus seguidores se los empezó a nombrar como cristeros.
Con la represión por parte de las fuerzas militares del Estado, se produjo el estallido de la Guerra Cristera con batallas en múltiples ciudades. Se estima que unas 50.000 personas llegaron a formar parte del bando cristero, en su gran mayoría campesinos. El ejército de Calles, en tanto, contó con el apoyo de los Estados Unidos.
El final de la Guerra Cristera
Es importante indicar que la Guerra Cristera fue impulsada principalmente por campesinos. Las autoridades eclesiásticas mexicanas, en general, trataron de buscar una tregua y de acordar con el régimen.
Las negociaciones avanzaron cuando Emilio Portes Gil llegó a la presidencia a finales de 1928. Con el embajador de Estados Unidos (Dwight Morrow) como mediador y un obispo designado por el Vaticano (Pascual Díaz Barreto) más un delegado apostólico (Leopoldo Ruiz y Flores) como intermediarios, el 21 de junio de 1929 se alcanzó un acuerdo.
A cambio de la rendición y de la entrega de armas, el gobierno amnistió a los sublevados. Sin embargo, un porcentaje menor de los combatientes cristeros tomó la propuesta.
En la práctica, el gobierno aceptó desistir de la aplicación de las normativas que limitaban el culto y moderó las reformas. La Iglesia, por su parte, acató anular las opiniones políticas de los obispos, dejando como único interlocutor con las autoridades al arzobispo de México. Así se construyó el denominado modus vivendi o “modo de vivir” entre ambas partes.