De la mano de Luis XIV, el Palacio de Versalles se transformó en escenario de poder concentrado ya que allí vivía, permanentemente, el mencionado monarca absolutista.
Monarquía absoluta se denomina a la modalidad de gobierno que se caracteriza por la concentración del poder absoluto en un único monarca.
Este régimen político, llamado incluso absolutismo monárquico o monarquía absolutista, no admite un gobierno con poderes divididos: manda únicamente el rey y no hay, dentro de este sistema, ninguna institución del Estado con atribuciones para oponerse a la palabra ni a las decisiones de su majestad.
Diferente es el caso de la monarquía constitucional, donde sí se aprecia una separación de poderes y el soberano está al frente del Gobierno junto a otros organismos o instituciones. Y tampoco podemos dejar de mencionar a la monarquía parlamentaria, ya que rige en ella un sistema representativo en el cual el monarca se desempeña como jefe de Estado pero existe un parlamento que, entre otras responsabilidades, asume el trabajo de regular las funciones y el desempeño del rey (o reina) en cuestión.
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ResumenOrigen y evolución de la monarquía absoluta
El origen y la evolución de la monarquía absoluta varían de acuerdo al lugar del mundo y a la cultura que se analicen.
De acuerdo a algunos estudiosos en el tema, este estilo empezó a ganar notoriedad en el último tramo de la Edad Media. En la porción occidental de Europa rigió este modelo durante el siglo XVIII.
La mayor cantidad de las monarquías absolutas, un sistema que ya prácticamente está en extinción en gran parte del planeta, fueron desapareciendo hacia el siglo XIX.
Características del absolutismo monárquico
Las características del absolutismo monárquico engloban desde las atribuciones del rey o de la reina hasta la duración de esta modalidad en la cual, entre otras realidades, se hacen evidentes las faltas de garantías y derechos a nivel individual.
El cargo de monarca se recibe por la condición de ser heredero. Es automático el procedimiento de sucesión del trono: el puesto de rey (o de reina) se pasa desde los padres a sus hijos y posee carácter vitalicio. Independientemente de las capacidades, ganas o aptitudes de cada gobernante, el rol se ejerce hasta la muerte.
Se da por entendido, en contextos absolutistas, que cada soberano es correcto, humano y objetivo porque, de algún modo, tiene un poder emanado del mismísimo Dios. A raíz del derecho divino, no hay restricciones jurídicas limitando el accionar real ni ningún organismo superior capaz de hacerle rendir cuentas al encargado de gobernar, quien hace gala y saca provecho de su poder absoluto.
¿Quién y cómo se solventa esta clase de mando? Con el pago de impuestos por parte de los trabajadores y los tributos destinados a la corona ya que, desde esta perspectiva, la población tiene únicamente obligaciones.
El poder y la autoridad de todo monarca se representan a través de la corona real.
Estructura de la monarquía absoluta
La estructura de la monarquía absoluta es muy particular porque apunta a una organización sin que existan, de manera independiente, el Poder Ejecutivo, el Poder Legislativo ni el Poder Judicial.
Toda decisión está en manos del rey o de la reina en funciones, quien concentra todas las atribuciones ya que se considera, en este contexto, que cada monarca ejerce su rol por el ya mencionado derecho divino. Así, pues, se entiende que ningún tribunal conformado por seres humanos está en condiciones de juzgar a la persona que imparte justicia y gobierna en nombre del Todopoderoso. De ahí que se acepte la idea de reyes rindiendo cuentas únicamente ante Dios.
Sí, en cambio, hay espacio para la conformación de un ejército fiel hacia el jefe que proporcione garantías de seguridad y defensa propias de una guardia real. También se reconoce la existencia de funcionarios públicos y ministros destinados a cumplir el papel de embajadores. En sus manos quedan actos de diplomacia, pactos, convenios, alianzas, tratados y estrategias para que el rey sume territorios y potencie su poder. Es interesante señalar que, históricamente, las claves para conseguir estos objetivos han sido las negociaciones y las guerras.
En el Vaticano, con el papa en el rol de líder, hay monarquía absoluta.
Monarcas absolutistas destacados
Entre los monarcas absolutistas destacados a lo largo de la Historia aparecen, al menos, seis nombres, de los cuales no todos corresponden al género masculino. También es oportuno resaltar que, a escala mundial, ya hay muy pocos casos de absolutismo monárquico.
El primero que vale la pena citar como referencia es Luis XIV, quien ejerció su mando en Francia desde mediados de mayo de 1643 hasta el día de su deceso, ocurrido a comienzos de septiembre de 1715. De igual modo, posando la mirada sobre Rusia es posible hallar como ejemplo de dirigente enmarcado en el sistema absolutista a Pedro el Grande.
Las vivencias de Felipe II, esposo de María I (reina de Inglaterra e Irlanda) que a partir de 1556 reinó en España quedándose con ese cargo hasta que murió, también sirven para ilustrar qué y cómo es un monarca absolutista.
En Inglaterra sobresalió por su ejercicio del absolutismo Enrique VIII, mientras que Federico el Grande de Prusia se caracterizó por abrazar la doctrina denominada despotismo ilustrado. Para él, el pueblo debía obedecer de manera perfecta a su líder ya que entendía que la monarquía no estaba vinculada al derecho divino sino a un contrato entre el monarca y la comunidad.
Por último, es enriquecedor señalar que cuando Carlos VI falleció se dio inicio, en 1740, al gobierno de María Teresa I de Austria, mujer que fue otro de los símbolos del despotismo ilustrado. Su llegada al trono pudo lograrse gracias a que su padre, en 1713, promulgó un edicto bautizado como Pragmática Sanción.
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