La permacultura es una metodología holística que apunta al desarrollo de ambientes y espacios sostenibles. Se trata de un sistema que gira en torno al diseño de áreas productivas teniendo en cuenta diversos principios ecológicos, sociales y económicos.
Puede entenderse la permacultura como una disciplina que promueve la creación de zonas aptas para la producción que se integren de manera armoniosa al medio ambiente y respetando los patrones naturales. Entre sus premisas, se encuentran la conservación del suelo, la gestión de residuos orientada a favorecer el reciclaje y el consumo responsable de energía.
Historia de la permacultura
La historia de la permacultura tiene sus orígenes en 1910. Por entonces, un agrónomo norteamericano llamado Cyril Hopkins apeló a la noción de permanent culture (traducible como «agricultura permanente») para aludir a un modo de práctica agrícola que, al no causar el agotamiento de la fertilidad del suelo, podría aplicarse infinitamente.
El término permaculture, de este modo, surgió por la contracción de permanent y culture. Con el tiempo, se consideró la acepción más amplia de culture para hacer referencia a una «cultura permanente», considerando también la dimensión social de la agricultura.
Joseph Russell Smith, Toyohiko Kagawa, P. A. Yeomans, Masanobu Fukuoka y Stewart Brand son otros autores que investigaron este tipo de cuestiones y promovieron actuaciones ecológicas.
Como sistema, de todas formas, la permacultura fue impulsada a fines de la década de 1970 por los australianos David Holmgren y Bill Mollison. De acuerdo a Mollison, la permacultura es una filosofía de trabajo que se basa en observar y entender la naturaleza.
Estos expertos tuvieron en cuenta la necesidad de reemplazar las prácticas agroindustriales que se implementaron luego de la Segunda Guerra Mundial, las cuales en su opinión atentaban contra la biodiversidad y provocaban altos niveles de contaminación. Así, considerando procedimientos tradicionales de pobladores nativos de Tasmania, idearon una metodología para crear hábitats sostenibles.
Los preceptos promovidos por Holmgren y Mollison trascendieron la agricultura y empezaron a usarse también en la economía, la construcción y otros ámbitos. Debido a la integración de diferentes actuaciones en pos de la sostenibilidad general, se dice que la permacultura es un enfoque holístico.
Sus principios
La permacultura se basa en una serie de principios éticos y de diseño. En lo referente a la ética, sus pilares son la protección de la tierra (cuidando los recursos naturales en general) y de los seres humanos (promoviendo el bienestar integral de las personas) y la distribución equitativa de los excedentes (impulsando la autosuficiencia y evitando los desperdicios).
En cuanto a los principios de permacultura vinculados al diseño, son doce:
- Observación e interacción: Para lograr un aprendizaje de la naturaleza.
- Captación y almacenamiento de la energía: Explotando energías renovables, como la energía eólica y la energía solar.
- Obtención de rendimientos: La finalidad de los sistemas de permacultura es generar recursos de utilidad (energía, comida, etc.).
- Autorregulación, autosuficiencia y retroalimentación: Estos sistemas deben tener capacidad de adaptación y posibilidades de evolución.
- Utilización y valoración de los recursos renovables: Dejando de lado, en lo posible, aquellos que son contaminantes y no pueden renovarse.
- Minimización de los residuos: Reducir la generación y reciclar los creados.
- Diseño de lo general a lo particular: A partir de la comprensión de la estructura natural, aplicar sus pautas de funcionamiento a la creación de un sistema humano.
- Integración y no segregación: Impulsar la cooperación entre las diversas partes del sistema.
- Soluciones graduales y en pequeña escala: Para luego recurrir a su expansión.
- Valoración de la diversidad: Tanto biológica como cultural para incrementar la adaptabilidad y la resiliencia.
- Valoración de lo marginal: Aprovechando las dinámicas que se dan en los límites de los sistemas.
- Adaptación creativa a los cambios: Aprendiendo de las condiciones que se modifican en el tiempo.
Capas y zonas de la permacultura
La agricultura sostenible que promueve la permacultura recurre a un diseño por capas para el desarrollo de ecosistemas funcionales. Esta idea se sustenta en los vínculos que establecen los componentes.
La capa de cubierta del suelo (clave para luchar contra la erosión), la capa herbácea (plantas perennes, bienales o anuales), la capa de arbustos (especies leñosas), la capa vertical (enredaderas, trepaderas y escaladoras), la capa de sotobosque y el dosel arbóreo son algunas de ellas.
Una mirada más amplia enfocada en el hábitat y las comunidades sostenibles, por otra parte, reconoce seis zonas de permacultura. La Zona 0 es donde se ubica la vivienda, que debe permitir el aprovechamiento de los recursos naturales para la satisfacción de las necesidades básicas.
El área más próxima al hogar es la Zona 1, con huertos caseros y recursos para el compostaje. A medida que se alejan del centro del sistema, aparecen la Zona 2 (con plantas perennes y árboles frutales para la producción de alimentos a pequeña escala), la Zona 3 (cultivos comerciales), la Zona 4 (bosques en estado semi-salvaje que provean forraje y plantas comestibles silvestres) y la Zona 5 (una región salvaje para observar los ciclos naturales).
Como se puede suponer, las zonas 1 y 2 son las más visitadas en lo cotidiana. Las demás son poco recorridas, e incluso la Zona 5 no contamplea intervención del hombre más allá de la observación.