La sostenibilidad es, básicamente, el carácter sostenible de algo. Es decir, que puede ser mantenido, sostenido. En el ámbito de la ecología, esta noción alude a prácticas destinadas a cubrir necesidades de la población actual sin que ello ponga en riesgo los recursos para las generaciones que irán llegando a este planeta con el correr del tiempo.
Para conseguir un desarrollo sostenible es fundamental lograr un equilibrio entre el progreso económico sin descuidar al medioambiente ni poner en jaque el bienestar de todas las especies. En definitiva, es cada vez más urgente e importante que cada Gobierno implemente medidas y promueva acciones orientadas a propiciar el crecimiento conjunto de la economía, la comunidad y la ecología.
Los desafíos que desde hace varias temporadas enfrenta el ser humano se vinculan al combate del hambre, a intentar frenar las consecuencias y el avance del cambio climático y a tratar de impedir que el agua escasee o se termine agotando.
La llamada Agenda 2030 aprobada por la ONU (Organización de las Naciones Unidas), por ejemplo, engloba a los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible). Se trata de un listado que apunta a reducir las desigualdades, a garantizar el acceso de todas las personas a una educación de buena calidad y a alcanzar la ambiciosa meta de Hambre Cero.
Medidas para promover la sostenibilidad
Para promover la sostenibilidad se deben tomar, a nivel universal, medidas a corto, mediano y largo plazo. Con ese fin hay que trazar estrategias de sostenibilidad ambiental, sostenibilidad económica y sostenibilidad social.
Esfuerzos colectivos orientados a la conservación del ecosistema, la utilización masiva de las energías renovables, la protección de la biodiversidad y la reducción de emisiones contaminantes harán posible, en algún momento de la Historia, vivir en un planeta saludable habitado por gente respetuosa y responsable. El comercio justo y la economía circular también favorecen la sostenibilidad.
Acciones contraproducentes para la Tierra
De manera simultánea al fomento de la sostenibilidad es imprescindible ponerle fin a las acciones contraproducentes para la Tierra.
La destrucción humana del patrimonio forestal a través de la deforestación, que agudiza el calentamiento global a raíz de la desaparición de muchos árboles, tiene un fuerte impacto negativo en el agua, en los ecosistemas, en la supervivencia de especies y en la conservación de los bosques, por ejemplo.
La desertificación, en tanto, ocasiona pérdida de biodiversidad, hace peligrar la seguridad alimentaria porque hace bajar drásticamente el nivel de producción y provoca deterioro en la vegetación.
Tampoco hay que perder de vista los efectos nocivos de la erosión del suelo, una problemática que necesita para minimizar el riesgo de inundaciones, deslizamientos y daños estructurales de viviendas que obligan a numerosas personas a trasladarse hacia otras zonas más seguras.
Otra cuestión que requiere abordaje urgente es la sobrepesca, dados los desequilibrios y la destrucción que ocasiona.
Prácticas a favor de la sostenibilidad
Aquellos individuos que en su hogar y/o en su lugar de trabajo desean generar el menor impacto ambiental negativo posible tienen la chance de implementar varias prácticas a favor de la sostenibilidad.
El reciclaje, por ejemplo, es un procedimiento al alcance de todos. A nivel domiciliario se le puede dar una nueva utilidad a latas, envases, etc y separar los residuos para dejarlos, según corresponda, en contenedores públicos segmentados por material (vidrios, plásticos, cartón y papel). Desde los gobiernos, en tanto, son necesarias las políticas y medidas que promuevan esta práctica de recuperación de elementos y que permitan una eficiente gestión de residuos sólidos.
Hacer un consumo responsable de servicios básicos para no derrochar los recursos (no hay que perder de vista que alcanzar la eficiencia energética es primordial); elegir fuentes de energía alternativas que sean amigables con la naturaleza como los casos de la energía solar y la energía eólica; tratar de alimentarse con comida local y productos procedentes de la agricultura orgánica y hacer compostaje casero con el propósito de reducir el nivel de desperdicio de alimentos y obtener a partir de esas materias un abono para nutrir a la tierra son otras medidas beneficiosas.
También hay que crear conciencia acerca de la huella de carbono asociada a las emisiones derivadas del transporte. La solución que apareció frente a esta problemática se define como movilidad sostenible y engloba desde la red de transporte público hasta a los peatones: la idea es que cada ser humano se traslade con responsabilidad, respeto, educación y cuidado por cada espacio público dejando en esos desplazamientos el porcentaje más bajo posible de contaminación y riesgo de accidentes.
De querer hacer un viaje sin afectar demasiado al entorno natural, lo ideal es elegir la modalidad bautizada como turismo sostenible, mientras que aquellos con filosofía ecologista que tienen la posibilidad de edificar abrazan con convicción los proyectos de construcción sostenible que reflejen, por ejemplo, las bases de una vida minimalista que persigue el confort y la satisfacción de necesidades básicas siendo lo más respetuoso posible con el mundo que nos rodea.