La monarquía constitucional es una forma de gobierno que, a diferencia de otros regímenes monárquicos, se basa en la división de poderes. De este modo, si bien el monarca dispone del poder ejecutivo, hay un parlamento o una asamblea que se encarga del ejercicio del poder legislativo.
Por sus características, la monarquía constitucional se distingue de la monarquía absoluta, en la cual no existe la separación de poderes. También se diferencia de la monarquía parlamentaria, un sistema que ubica al rey en un rol simbólico ya que el poder ejecutivo procede del poder legislativo.
Características de la monarquía constitucional
Las características de la monarquía constitucional varían según el país, aunque hay algunos rasgos compartidos por todos los modelos de este tipo. La división de poderes siempre está presente ya que de lo contrario se trataría de una monarquía absoluta; lo habitual es que el rey se encargue del nombramiento del equipo de gobierno.
El accionar del monarca, por otra parte, se encuentra delimitado por lo que establece la Constitución. Esto quiere decir que no cuenta con plena libertad para actuar, sino que debe respetar los límites fijados por el ordenamiento jurídico de la nación.
En cuanto al poder legislativo, generalmente sus miembros son votados por la ciudadanía en elecciones. De este modo, aunque el rey llega al trono por herencia y no por la decisión del pueblo, los habitantes tienen participación en las decisiones políticas a través de quienes los representan en el poder legislativo.
Aunque en una monarquía constitucional existe el Estado de derecho, es difícil considerarla como una democracia plena, al menos desde el plano teórico. Los ciudadanos pueden ejercer la soberanía solo de manera parcial, ya que el soberano es el rey que accede a la Corona como heredero de una dinastía.
Hay que considerar, asimismo, que una monarquía constitucional es un reino y no una república. En las repúblicas, la autoridad máxima es electa por el parlamento o por los pobladores mediante el sufragio y ejerce el poder ejecutivo durante un plazo establecido.
Los orígenes
Los orígenes de la monarquía constitucional se encuentran en los reinos de los hititas. Este pueblo existió entre el siglo XVII antes de Cristo y el siglo XII a. C., siendo predominante en la región de Anatolia.
El rey hitita compartía el poder con el panku, una especie de consejo o asamblea compuesto por integrantes de la nobleza. Dichos nobles, a su vez, asumían la representación de sus súbditos.
Es interesante agregar que los monarcas hititas no eran considerados divinidades ni descendientes de dioses. La sociedad, por otra parte, se organizaba en aldeas gobernadas por un consejo de ancianos que funcionaba de una manera análoga a lo que hoy sería el poder judicial. Por todas estas cuestiones, se suele indicar que los hititas fueron precursores de la monarquía constitucional.
La monarquía constitucional en Inglaterra
La monarquía constitucional en Inglaterra nació en 1688, cuando Jacobo II fue derrocado en el marco de la llamada Revolución Gloriosa. Este movimiento supuso el final del poder absoluto del monarca.
A Jacobo II lo sucedió Guillermo III de Inglaterra, quien gobernó con las limitaciones fijadas por documentos como la Carta de Derechos de 1689 impuesta por el Parlamento. Según este texto, el rey no podía decidir la creación ni la eliminación de impuestos y leyes sin contar con la aprobación parlamentaria. Por otro lado, se determinó que los parlamentarios debían ser elegidos de manera libre.
Actualmente se considera que el Reino Unido es una monarquía parlamentaria. El Parlamento se divide en la Cámara de los Lores y la Cámara de los Comunes, siendo los miembros de esta segunda cámara elegidos por los ciudadanos. Para transformarse en leyes, las normas que aprueba el Parlamento tienen que contar con el consentimiento del rey, cuyo rol es más bien ceremonial.
El primer ministro, por otro lado, es el jefe de gobierno. Su nombramiento corresponde al rey, aunque siguiendo la voluntad mayoritaria de la Cámara de los Comunes. Este primer ministro se encarga de elegir al Consejo de Ministros.
El caso de Francia
En el territorio francés, se instauró una monarquía constitucional en 1791. Aquel año se promulgó la primera constitución escrita de esta nación, la cual contó con el aval del rey Luis XVI.
Esta Constitución de 1791 nacida en el marco de la Revolución francesa determinó la división de poderes, con una asamblea a cargo del poder legislativo. El poder ejecutivo siguió en manos de Luis XVI, quien podía nombrar y despedir a los ministros pero no contaba con potestad para legislar.
Esta monarquía constitucional dejó de existir en 1792 a partir de la decisión de la asamblea legislativa de abolir el régimen monárquico para crear la primera república francesa, que se extendió hasta 1804. Entre 1830 y 1848, sin embargo, también hubo una monarquía constitucional en Francia: mientras que el poder legislativo recayó en un parlamento de dos cámaras, el poder ejecutivo fue asumido entonces por Felipe I de Francia.
Monarquías constitucionales en la actualidad
En la actualidad existen varias monarquías constitucionales. La mayoría son calificadas como monarquías ceremoniales ya que el poder real (político) del rey es limitado, asumiendo en cambio funciones relevantes a nivel cultural y social. Eso ocurre en Camboya y Tailandia, por ejemplo.
En las monarquías constitucionales ejecutivas, en cambio, el monarca sigue contando una importante cuota de poder político. Liechtenstein, Jordania, Baréin, Bután y Marruecos suelen ser mencionados en este conjunto.
De todas maneras, en ocasiones los límites entre la monarquía constitucional y la monarquía parlamentaria resulten difusos o no son considerados por los analistas. Por eso, cuando se adopta una visión más amplia o general, se incluye al Reino Unido, España, Bélgica, Noruega, Suecia, Dinamarca, Luxemburgo, Mónaco, Japón, Lesoto, Nueva Zelanda y Australia, entre otros países, en el grupo de las monarquías constitucionales.