El ciclo del fósforo es un proceso de carácter biogeoquímico que permite conocer y comprobar cómo va mutando, dentro de un cierto ecosistema, el rol de este mencionado elemento químico que tiene la particularidad de ser muy reactivo, enmarcarse en el conjunto de los elementos no metálicos y poseer carácter multivalente.
Al fósforo se lo halla (aunque no en tanta cantidad) en el organismo de seres vivos que, en formato de fosfatos, lo adquieren a través de rocas fosfatadas. Está integrado, señalan los expertos en el tema, en macromoléculas relevantes como las de ATP (adenosín trifosfato) y de ADN (ácido desoxirribonucleico).
Cabe resaltar que está disponible en múltiples sedimentos rocosos de raíz inorgánica y las plantas son fundamentales para garantizar que el fósforo, un componente vital para obtener energía a escala bioquímica, se fije y pueda transmitirse.
También conviene saber que para que se concrete este circuito (el cual, comparándolo con el ciclo del agua, el ciclo del carbono y el ciclo del nitrógeno, es lento), resultan imprescindibles las cadenas tróficas.
Procesos del ciclo del fósforo
Hay varios procesos vinculados al ciclo del fósforo.
La etapa inicial abarca a la acción de la erosión y a la meteorización. Producto de actividades como la minería, así como por influencia del sol, la temperatura, la lluvia y el viento, las reservas de fósforo que se localizan en minerales distribuidos en el fondo del mar y en tierra firme afloran, se van filtrando hacia suelos y aguas superficiales y, de este modo, se transportan a diferentes ecosistemas.
Al liberarse fosfatos en la superficie debido tanto a la erosión como a la lixiviación, las plantas llevan a cabo un proceso de absorción y asimilación. A la vegetación le sirve el fosfato para completar procesos de orden metabólico y para poder hacer la síntesis de moléculas y de fosfolípidos vinculados a la membrana celular. Para crecer y mantener óptimo su metabolismo, los animales ingieren diversas especies de animales y plantas que les permiten sumar fósforo.
Una vez que estos seres vivos mueren se inicia la fase de descomposición, en la cual entran en escena los llamados microorganismos descomponedores (conjunto donde aparecen hongos y bacterias). Después, cuando nuevamente el ciclo contempla la liberación de fosfato inorgánico en agua y suelo, se desarrolla la mineralización.
Se advierten, con el tiempo, fenómenos de sedimentación y precipitación de fosfatos inorgánicos que se encuentran disueltos en líquido, así como el de la formación de rocas fosfatadas.
En casos de actividad volcánica y subducción de placas tectónicas, estas rocas fosfatadas suelen ser en principio dirigidas hacia la parte interna de la Tierra y, al producirse la erupción, el fósforo se libera bajo estructura de ceniza volcánica y/o gas.
Importancia del fósforo en los organismos
El fósforo tiene una gran importancia para los organismos ya que se lo necesita a la hora de generar energía y concretar procesos de orden químico. Este mineral, en el cuerpo humano, se hace presente en células, genes, dientes y huesos.
Además de ser esencial para la formación de estructuras óseas y dentales, ayuda a mantener regulado el ritmo cardíaco, a conservar y aprovechar la energía almacenada, favorece el buen funcionamiento renal y beneficia la reparación de tejidos, por ejemplo.
Hay múltiples fuentes naturales que posibilitan la incorporación de fósforo mediante la dieta. Existen suplementos, aditivos alimentarios, bebidas y alimentos (como legumbres, lácteos y carnes) que permiten cubrir las necesidades orgánicas de fósforo.
Factores que afectan al ciclo del fósforo
Al hacer foco en los factores que afectan al ciclo del fósforo adquieren notoriedad diferentes cuestiones.
Por un lado, las condiciones del suelo. La temperatura, el nivel de humedad, la textura de la superficie y el pH pueden interferir o condicionar en el circuito.
Por otra parte, no se puede minimizar el accionar de los microorganismos (Fungus y bacterias) que, al intervenir en la fase de descomposición de restos de organismos, contribuyen a que los fosfatos vuelvan a estar disponibles en el suelo.
Los animales, asimismo, mediante cada excreción (materia fecal y orina) dejan en el terreno productos que también, al descomponerse, liberan fosfatos.
Tampoco hay que perder de vista que, en ocasiones, como consecuencia de actividades desarrolladas por los seres humanos (la utilización de fertilizantes o la incorrecta eliminación de aguas residuales, por ejemplo) se produce eutrofización. Este concepto alude a la excesiva presencia de fósforo y nitrógeno, entre otros nutrientes inorgánicos, en un entono acuático. Este panorama provoca que se descontrole la proliferación de algas fitoplanctónicas. Si estas terminan agotando el oxígeno disponible en el agua, entonces surge una franja catalogada como zona muerta. Es imprescindible para conseguir un equilibrio en el medio ambiente y hacer que la naturaleza tenga un funcionamiento armónico, por lo tanto, apostar por la agricultura sostenible, por los abonos orgánicos, el reciclaje del fósforo, los cultivos de cobertura y la rotación de cultivos.