La deriva continental es una teoría que explica cómo las masas continentales se desplazan de forma constante y paulatina, acercándose o distanciándose. El alemán Alfred Wegener fue quien propuso esta hipótesis en 1912.
Wegener observó las formas que tienen los continentes actuales, examinó fósiles y analizó formaciones geológicas. Sus estudios le permitieron inferir que, en un período lejano, los distintos continentes se encontraban unidos y formaban un único supercontinente, conocido como Pangea.
La deriva continental, de acuerdo a Wegener, se produce por el movimiento de los continentes a través del fondo oceánico. La teoría del geofísico y meteorólogo alemán fue ampliada y mejorada décadas más tarde por la llamada tectónica de placas.
Antecedentes de la deriva continental
Los antecedentes de la deriva continental se remontan varios siglos antes de los postulados de Wegener. Ya a fines del siglo XVI, el flamenco Abraham Ortelius advirtió la aparente articulación entre las costas ubicadas a ambos lados del océano Atlántico. En este marco indicó que América podría haber sido separada de África y de Europa mediante inundaciones y terremotos.
Otros científicos como Francis Bacon (siglo XVII), Alexander von Humboldt (siglo XIX) y Roberto Mantovani (fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX) realizaron apreciaciones en la misma línea. Muchos pensadores consideraban que los continentes, en algún momento, estuvieron unidos o al menos comunicados, aunque no lograban explicar con precisión cómo podría haberse dado la separación.
El aporte de Wegener
El aporte de Wegener a dichas proposiciones fue considerar que los continentes se desplazaban lenta y continuamente, moviéndose sobre la capa de la Tierra constituida por los fondos oceánicos.
Wegener manifestó que esa capa incluso se extendía debajo de los fondos de los océanos. Así, las masas continentales se movían de manera similar a lo que sucede con el desplazamiento de los elementos ubicados sobre una alfombra que se desliza.
En su desarrollo teórico, Wegener fue quien bautizó como Pangea al supercontinente que habría surgido hace cerca de 335 millones de años y empezó a fracturarse hace aproximadamente 175 millones de años. Pangea irrumpió por la unión de las masas continentales existentes a fines de la era Paleozoica y luego se dispersó para dar nacimiento, con el tiempo, a los continentes actuales en el marco del proceso explicado por la deriva continental.
Cabe destacar que, en un principio, la división de Pangea provocó el surgimiento de dos grandes masas continentales: Laurasia y Gondwana, ambas separadas por el océano Tetis (también conocido como mar de Tetis).
Evidencias de la deriva continental
Las evidencias de la deriva continental que halló Wegener fueron varias. La más notoria es la coincidencia que puede advertirse en cualquier mapa respecto a las formas que tienen los continentes.
Por otra parte, se han encontrado restos fósiles de las mismas especies de animales y de plantas en las zonas costeras de continentes que actualmente se encuentran alejados. Esto supone que, en épocas remotas, las masas continentales debían estar unidas.
De igual modo, se comprobó que hay formaciones montañosas que presentan la misma clase de piedras e idéntica edad en superficies continentales que hoy están separadas. Este es otro indicio considerado por Wegener para sostener que los continentes estaban unidos y luego se distanciaron por, según su teoría, el fenómeno de la deriva continental.
La tectónica de placas
La tectónica de placas es la teoría que, desarrollada en la década de 1960 a partir de los aportes de diversos científicos, recogió las ideas de la deriva continental. Actualmente existe un amplio consenso científico sobre su validez.
De acuerdo a la tectónica de placas, la superficie terrestre está compuesta por placas tectónicas que se deslizan sobre el manto terrestre. Con este deslizamiento de placas se mantiene, pues, la existencia de un movimiento tal como señalaba la deriva continental de Wegener.
Es importante indicar que la capa de la Tierra sólida y superficial recibe el nombre de litósfera (o litosfera). Se compone de la corteza y el sector más externo del manto y se halla en equilibrio sobre la astenosfera. Las placas tectónicas son los diversos fragmentos que componen la litósfera y que albergan, en sus bordes, diferentes fenómenos geológicos (como la orogénesis y la sismicidad).
Lo que hace la tectónica de placas es indicar cómo se produce la estructuración de la litósfera. La teoría hace referencia al desplazamiento de las placas para explicar por qué cada fosa oceánica se halla en una zona cercana a un continente o una isla y por qué los terremotos se producen en sectores específicos del planeta.
La deriva continental y la expansión de los fondos oceánicos
En su teoría de la deriva continental, Wegener sostuvo que las masas continentales se movían a través del mar. En los años ’60, sin embargo, Harry Hess propuso una mirada diferente que es aceptada actualmente por la ciencia: la expansión del fondo oceánico, que se integra al marco teórico de la tectónica de placas.
De acuerdo a Hess, en las dorsales oceánicas (cordilleras submarinas) tiene lugar la formación de nueva corteza oceánica (la zona de la corteza terrestre que compone los océanos) gracias a la actividad volcánica y al alejamiento gradual del fondo respecto a la dorsal.
Esto supone que, con el movimiento de los fondos oceánicos, también se mueven los continentes. El origen del fenómeno radica en las corrientes de convección que se generan en la astenosfera.
Dicho de otro modo, la acumulación de materia en el manto, procedente de cada dorsal oceánica, impulsa el desplazamiento de la placa tectónica. Para que se conserve el equilibrio, el material ascendente que crea nueva litósfera debe compensarse con la desaparición de una cantidad equivalente de litósfera en otra región, lo cual se produce en la zona de subducción que se inicia en la convergencia de placas y finaliza donde la litósfera oceánica termina siendo absorbida por el manto.