Uso de extranjerismos
El uso de los extranjerismos no siempre se aconseja, ya que puede dificultar la comunicación. La Real Academia Española (RAE) sugiere evitar su utilización cuando en castellano hay palabras que resultan equivalentes. “Marketing” es un ejemplo de extranjerismo: según la recomendación de la RAE, se prefiere no recurrir a dicho extranjerismo y usar, en cambio, “mercadotecnia”.
Los especialistas señalan que los extranjerismos deben escribirse en cursiva o entre comillas. El objetivo de esta práctica es advertir al lector que el término no pertenece a su propia lengua.
Adaptación de extranjerismos
En muchos casos, el extranjerismo es adaptado al idioma que lo adopta, con lo cual se modifica su grafía para favorecer su pronunciación. El extranjerismo “whisky”, por mencionar una posibilidad, fue adaptado al castellano como “güisqui”.
Es importante tener en cuenta que, más allá de la adaptación, es habitual que se termine optando por el extranjerismo. Retomando el ejemplo anterior, en diversas naciones es muy infrecuente que se escriba “güisqui”, ya que se sigue eligiendo la forma inglesa (“whisky”). Esto también se registra con “cuórum” (“quorum”), por subrayar otro ejemplo.
Desafíos para la comunicación
El uso de extranjerismos presenta una serie de desafíos para la comunicación que en general no estamos preparados para superar. El primero y más evidente es la pronunciación. Estamos hablando de palabras que proceden de idiomas muy diferentes entre sí y al nuestro, que en algunos casos se apoyan en sistemas de escritura también diferentes y que tienen sonidos imposibles de reproducir con nuestro alfabeto.
En este marco debemos definir brevemente el concepto de fonema: se trata de la unidad mínima de sonido que podemos articular al hablar un idioma determinado. El español posee 24 fonemas, mientras que el inglés, por ejemplo, 45. Sin embargo, este dato -que en sí mismo nos demuestra que la fonética inglesa exige un esfuerzo mayor que la española- no es suficiente para comparar ambas lenguas, ya que las combinaciones entre los fonemas pueden dar números mucho más abrumadores.
La escritura también presenta un desafío cuando optamos por el uso de un extranjerismo. Si se trata de una palabra perteneciente a un idioma con nuestro mismo alfabeto, como ser el inglés, a menos que estemos familiarizados con sus reglas ortográficas, podemos incurrir en errores de variada gravedad. Pero si el término viene del ruso o del japonés, nos vemos obligados a aceptar una transliteración, lo cual vuelve más absurda la situación, ya que en esa instancia deja de ser un término prestado propiamente dicho.
Apego por costumbres extranjeras
Un extranjerismo también es un apego exagerado o la devoción por una costumbre extranjera. Esta es otra acepción que nos ofrece el diccionario de la RAE. Puede decirse, en este marco, que el sushi es un extranjerismo procedente del continente asiático que se impuso en distintas naciones latinoamericanas. Otro extranjerismo cultural es la celebración de Halloween o Noche de Brujas en regiones no anglosajonas.
En este punto también caemos en el uso de la otra acepción de extranjerismo, ya que en la mayoría de los casos nos vemos obligados a escribir o pronunciar palabras procedentes de otros idiomas, lo cual nos genera los diferentes tipos de desafíos antes mencionados y, por lo tanto, empobrecen nuestra comunicación. Sin embargo, apreciar platos o celebraciones extranjeras no es algo negativo en sí mismo; por el contrario, puede tratarse de una oportunidad de ampliar nuestros horizontes y derribar las barreras culturales que supuestamente nos separan de las demás naciones.