Lubricación es el acto y la consecuencia de lubricar. Este verbo (lubricar), por su parte, hace referencia a la aplicación de una sustancia para minimizar la fricción que se produce cuando distintos elementos entran en contacto.
La lubricación es muy importante en el terreno de la mecánica. Cuando hay dos piezas móviles, el uso de un lubricante facilita el movimiento del engranaje y reduce el deterioro.
El lubricante no debe degradarse y tiene que contar con resistencia a la presión y a las altas temperaturas. La lubricación puede lograrse con productos líquidos (de mayor o menor viscosidad) o con productos sólidos. En cuanto a su origen, los lubricantes se dividen en sintéticos, vegetales o minerales.
Los motores de combustión interna, como aquellos que se utilizan en los automóviles, requieren de lubricación. Los vehículos, en este marco, disponen de un sistema de lubricación que reduce el desgaste de las diferentes piezas del motor. Como lubricante puede emplearse un aceite sintético o un aceite mineral.
Para que el motor funcione correctamente y no se dañe, por lo tanto, es indispensable garantizar su lubricación. Por eso hay que controlar con asiduidad el nivel de aceite del automóvil y reemplazar dicho lubricante cada una cierta cantidad de kilómetros recorridos para garantizar su eficacia.
Es importante señalar que algunos fenómenos también se consideran formas de lubricación aunque el ser humano intervenga en su desarrollo. En el ámbito del transporte motorizado, por ejemplo, puede tener lugar el llamado aquaplaning entre un coche y la carretera.
El fenómeno llamado aquaplaning, hidroplaneo o acuaplaneo es un caso en el cual un vehículo pasa por una carretera cubierta de agua a una velocidad determinada y pierde tracción, además de que el conductor no pueda controlarlo de forma adecuada. Cuando esto ocurre en todas las ruedas, el coche actúa como un trineo imposible de controlar.
Es necesario establecer una diferencia entre el aquaplaning y una situación en la que el agua provoque la lubricación del roce entre los vehículos y el pavimento, algo que sucede luego de una precipitación leve, por ejemplo.
La lubricación vaginal, por otra parte, se genera a partir del flujo que segrega la vagina. Esta lubricación ayuda al desarrollo del coito y protege al órgano sexual femenino de infecciones.
Si la vagina no se encuentra adecuadamente lubricada, la mujer puede sentir incomodidad y dolor durante el acto sexual. La falta de lubricación además incrementa el riesgo de una infección.
En definitiva, la lubricación provoca un cambio en la relación que se establece entre los dos objetos. Si no se aplicase el lubricante, éstos rozarían de una manera violenta o perjudicial para ambos. Sin embargo, la presencia de esta sustancia repercute en una pérdida de espacio para ellos, por ínfima que sea: la película de lubricante tiene un grosor que no pueden ocupar los objetos, y esto puede generar un ligero ensanchamiento del sistema.
La ciencia que se encarga del estudio de la lubricación se denomina tribología. También incluye en sus puntos de interés la fricción y el desgaste, ya que son fenómenos que se encuentran íntimamente ligados a la lubricación.
El estudio de la tribología se centra en superficies sólidas que se encuentren en movimiento, donde podemos englobar las situaciones mencionadas en los párrafos anteriores, como ser el avance de un vehículo sobre una carretera o el roce de los componentes internos de una máquina.
Los campos del conocimiento necesarios para comprender estos fenómenos son la tecnología de materiales, la física y la química. A pesar de ellos, incluso sin ningún concepto técnico podemos apreciar con facilidad las diferencias que acarrea la lubricación a un sistema, y los perjuicios de no usarla.