La función metalingüística es clave en el proceso de la comunicación porque se focaliza en el lenguaje en sí ofreciendo una explicación o aclaración acerca del código de la lengua. Expresado de otro modo, le permite al hablante averiguar qué es o qué significa una palabra o una frase, facilitando así tanto la comprensión escrita como la comprensión oral del mensaje.
Sus características fueron identificadas hace varias décadas por Roman Jackobson, un investigador ruso especializado en fonología que concluyó que hay múltiples funciones del lenguaje.
Componentes de la función metalingüística
Varios componentes de la función metalingüística se requieren para que el contenido de un enunciado sea interpretado y recibido correctamente.
En primer lugar, es esencial que exista un código lingüístico (es decir, signos y elementos informativos que puedan descifrarse desde la semántica). De emplear el habla, el código tiene que ser oral, así como la escritura exige la implementación de un código escrito. En ambos casos, emisor (tal la denominación que identifica a quien genera o transmite un mensaje) y receptor (sujeto que recibe dicho contenido) tienen que compartir el código en cuestión para poder entenderse y un canal concreto, un medio de carácter físico que propicie el desarrollo del circuito comunicativo.
Por supuesto, es primordial estar al tanto de cuáles y cómo son las categorías gramaticales a fin de sacarle el máximo provecho a un idioma.
Aspectos lingüísticos claves
Hay aspectos lingüísticos claves a la hora de aprender, por ejemplo, qué disciplinas se vinculan al análisis del lenguaje y qué se tiene en cuenta al momento de llevar a cabo una interpretación textual.
Todo parte desde la ciencia que centra su atención en las lenguas y el lenguaje propio de los seres humanos: la lingüística. Con ella como aliada se llegan a incorporar saberes valiosos que no sólo son ventajosos en el plano laboral sino en todas las circunstancias del día a día: desde manifestar una emoción o formular una opinión hasta hacerse entender en un comercio, hacer trámites y acompañar acertadamente a los más pequeños de la familia a medida que ellos van explorando la lengua materna y ampliando con ella su vocabulario.
Hay dentro de esta disciplina una rama bautizada como fonética que se encarga de identificar y catalogar rasgos de cada fono o sonido. En este marco conviene aclarar que cada unidad sonora útil para diferenciar entre una palabra y otra se conoce como fonema. Desde la perspectiva de estudiosos como el norteamericano Noam Chomsky, cada fonema despliega, dentro del sistema mental que conduce a procesar el lenguaje, una existencia de carácter independiente, razón por la cual puede concebirse como una unidad mental. Así, al ir evolucionando en la cuestión de adquisición del lenguaje, los chicos van asimilando qué particularidades fonéticas importan, o no, para darle significado a un determinado término.
Otra parte de la lingüística, llamada fonología, inspecciona la estructura de los sonidos propios de cada lengua y observa el sistema de sonidos en general, complementándose por lo tanto con la fonética.
No hay que pasar por alto tampoco a la pragmática, una división de la lingüística que se encarga de evaluar cómo el contexto influye o genera un condicionamiento al interpretar un significado. La línea de la psicología que explora científicamente cuestiones psicológicas de los comportamientos verbales, la psicolingüística, tiene muy en cuenta a las aplicaciones y los aportes teóricos de la pragmática.
Al ahondar en la función metalingüística se advierte, incluso, que el sentido de los signos lingüísticos es el objeto de estudio de la semántica (la cual, a su vez, se subdivide en grupos como el de la semántica lingüística que se orienta, entre otras cosas, a dilucidar cada cambio lingüístico). En este marco, resulta inevitable resaltar lo curioso que es el caso de los parónimos. La teoría presenta a la paronimia como la relación semántica que se reconoce porque, al menos dos palabras, suenan de manera similar a nivel de pronunciación aunque sus respectivos significados y la manera de escribirlas no se parezcan.
Fundamentales, además, son las contribuciones hechas desde la morfología (campo donde goza de extrema notoriedad el morfema, ese fragmento o unidad de menor tamaño que alcanza significado) y la sintaxis (porción de la gramática cuyo campo de trabajo es el orden de combinación, la función y el vínculo de sintagmas o palabras en una oración).
La función metalingüística en la práctica
La función metalingüística en la práctica atraviesa numerosos campos en el día a día: desde el ámbito educativo hasta los terrenos vinculados a la escritura desde la creatividad literaria, la intención informativa y el plan lúdico de jugar con las palabras.
Para que un mensaje sea bien entendido y resulte preciso, independientemente de la vía por la cual se transmita o qué clase de contenido posea, debe organizarse, estructurarse, con coherencia. Lograr cohesión textual es otro desafío a cumplir para que las ideas aparezcan ordenadas y cada vocablo, oración, frase y párrafo se conecte e interprete como parte de un conjunto.
Con un excelente dominio del lenguaje, aplicación adecuada de puntuación y un empleo estratégico de figuras literarias y otros recursos, el emisor incrementa sus chances de ser comprendido al transmitir un concepto cargado de ironía, al expresarse con sarcasmo o al elaborar una metáfora, entre otras posibilidades.
En comunicadores, profesionales de la salud, compositores, escritores y docentes, por ejemplo, es imprescindible que se evidencien competencias o habilidades comunicativas porque de ellas depende que se anuncie algo con claridad, precisión y eficiencia.