El gas natural es una mezcla de gases compuesta principalmente por metano. Se trata de un gas combustible que proviene de formaciones geológicas, por lo que constituye una fuente de energía no renovable.
Además de metano, el gas natural puede contener dióxido de carbono, etano, propano, butano y nitrógeno, entre otros gases. Estos componentes hacen que el uso del gas natural sea contaminante.
Además de su presencia en yacimientos fósiles, el gas natural puede obtenerse a partir de la descomposición de los restos orgánicos. Este proceso es promovido en plantas de tratamiento especializadas que producen el denominado biogás.
Transporte y almacenamiento del gas natural
Cuando las reservas de gas se encuentran en lugares apartados donde no resulta rentable la construcción de gasoductos para llevar el gas a los hogares e industrias, es posible procesar el gas natural para convertirlo en gas natural licuado (GNL). Así, en forma líquida, se facilita su transporte. El GNL suele trasladarse a -161ºC, ya que la licuefacción puede reducir el volumen de gas hasta en 600 veces.
El gas natural almacenado a altas presiones (entre 200 y 250 bar), se transforma en gas natural comprimido (GNC), un combustible que se utiliza en vehículos ya que resulta económico en comparación a la gasolina.
Otro uso del gas natural aparece con la producción de hidrógeno, que también supone un combustible alternativo para los vehículos. En estos casos, el hidrógeno puede utilizarse a través de la combustión (con un motor de explosión) o mediante una pila de combustible (el hidrógeno se convierte en electricidad y alimenta un motor eléctrico).
Los riesgos
El uso de gas natural, como el que conlleva la utilización de toda sustancia tóxica, tiene sus riesgos; es un peligro que, a diferencia de otros, no se ve y apenas puede percibirse a través de los sentidos, por tanto es sumamente importante que se tengan ciertas precauciones para evitar catástrofes que, podrían traer como consecuencia la muerte.
Hay que considerar que el gas natural se transporta a través de una red de cañerías para llegar a cada artefacto que lo utilizará para su funcionamiento. Muchas veces ocurre que, por determinadas razones, estas cañerías sufren averías y pierden el hermetismo obligatorio para evitar que el gas se disperse en el ambiente; en esa situación es necesario cortar el suministro hasta que dicho avería sea remendada. De todas formas, existen una serie de acciones preventivas que pueden ser fundamentales para no llegar a que se estropeen las cañerías, las mismas son:
- Mantener lubricados constantemente los robinetes de los artefactos para evitar que la falta de lubricante provoqué pérdidas en los conductos;
- Limpiar de forma periódica las llaves de paso para evitar que el paso del tiempo y la acumulación de impurezas impida que sellen correctamente;
- No realizar conexiones mediante alargues o mangueras ni sacar ampliaciones de detrás de la cocina; además es necesario que cada artefacto tenga su propia llave de paso;
- Todos los ambientes en los que funcionen artefactos de cámara abierta, tales como calefones de tiro natural, estufa de rayos infrarrojos o cocina, deben tener las rejillas compensadoras de aire recomendadas (una en el tercio superior y otra en el inferior de la habitación y deben lindar con el exterior para permitir la entrada y salida de aire que evite la toxicidad en el ambiente;
- Realizar revisiones cada dos años para comprobar que la instalación continúa en perfectas condiciones.
Además, en caso de percibir el mínimo olor a gas es necesario evitar el uso de cualquier elemento inflamable (fósforos, cigarrillos, etc) y no hay que accionar llaves de luz ni cualquier artefacto eléctrico. Es imprescindible cerrar inmediatamente la llave de entrada del gas y ventilar la habitación abriendo cuantas puertas y ventanas sea posible.